Puigdemont, recreándose en la suerte

Carles Puigdemont, en Bruselas.
Carles Puigdemont, en Bruselas.
Yves Herman / Reuters

Se dice en términos taurinos que un torero se está recreando en la suerte cuando disfruta en alguno de los lances de la lidia, porque claramente se le ve dominando al animal; la tarde le ha ido bien, el toro se deja torear y la música está acompañando la faena. El diestro se crece. Mira al respetable, se pasea delante del astado con una actitud triunfante, muy torera, casi chulesca. Mientras, el bicho se para, remolonea, se acobarda, escarba la arena. Y se dispone, resignado, a esperar la estocada final.

Un locutor de una cadena televisiva, no precisamente adicta al régimen, trajo a su informativo el símil torero para compararlo con la situación que vive el diestro Puigdemont en su faena con Pedro Sánchez. Pedro, a la espera, inquieto, pendiente de los movimientos del maestro al que ve enfrente, ufano, sonriente, henchido de ese orgullo del que se sabe vencedor; Puigdemont –señaló el locutor– se está recreando en la suerte.

Y a mí, qué quieren que les diga, me da pena ese desplante, esa actitud prepotente, esa actitud de humillar una y otra vez al presidente Sánchez. No en vano es el presidente del Gobierno de España, de mi país, mi gobierno, y me duele que se le humille de esa forma porque de alguna manera esa humillación me llega como español, y me avergüenzo casi de serlo, como se avergonzaba el presentador de ‘El Hormiguero’, Pablo Motos, al que le ha caído la del pulpo por decirlo, pero también ha recibido mensajes de apoyo, aunque traten de ocultarse. Algo pasa, algo nos remueve las conciencias cuando en programas festivos como este, personas como el propio Motos, Cristina Pardo, Nuria Roca se pronuncian inquietas y discrepan de lo que se está haciendo.

El prófugo Puigdemont se ha estado recreando en la suerte, valga el símil taurino, como para disfrutar aún más de la victoria que está consiguiendo sobre un presidente del Gobierno español que se presta a la humillación para conservar el poder

Por eso me gustaría que Sánchez le diera un plantón al atrabiliario Puigdemont y lo mandara a seguir residiendo de por vida en su retiro de Waterloo, en lugar de hacer de él la pieza clave de la gobernabilidad de España y de su propia continuidad como presidente, cuestión que nunca jamás ha merecido ni por su honorable y valiente comportamiento como líder político, huyendo como un cobarde y abandonando y traicionando a los suyos, ni por el número de votos que tiene detrás, ni por su desprecio a España y a los españoles. Me siento ofendido y humillado como ciudadano español por este individuo y le pediría una reflexión a Sánchez: que no merece la pena estar en adelante en manos de semejante personaje que le puede plantear una legislatura imposible, pues, firme lo que firme o pacte lo que pacte, tiene acreditado que no es un hombre de fiar. Por una carambola de la historia se ha encontrado con un protagonismo que en modo alguno merece y que ningún español de bien debiera reconocerle, incluido el mismo presidente Sánchez.

Reitero que me entristece ver como el huido se está ahora recreando en la suerte frente a todo un presidente que aspira a seguir siéndolo a pesar de que le claven todas las banderillas, varas y rehiletes que sea capaz de imaginar ese indeseable de Waterloo. Por mera dignidad, sería mejor esperar a unas nuevas elecciones.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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