Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

¿Quién es Goliat? ¿Quién David?

¿Quién es Goliat? ¿Quién David?
¿Quién es Goliat? ¿Quién David?
Krisis'23

Occidente, que sigue purgando su mala conciencia por el Holocausto judío, ha sido quien siempre ha apuntalado a Israel. Desde 1967, ha tolerado tácitamente una ocupación militar ilegal. Sin el apoyo diplomático de Washington en el Consejo de Seguridad de la ONU, hace décadas que habría tenido que elegir entre firmar una paz justa con los palestinos o sufrir sanciones internacionales similares a las que doblegaron a Sudáfrica durante el apartheid. Y sin las multimillonarias transferencias de material militar norteamericano, los israelíes no podrían mantener una considerable ventaja bélica ante sus vecinos.

En los años noventa del pasado siglo, después de cuatro décadas de guerras, creció en Israel un sentimiento denominado ‘postsionista’, que hacía pensar que una nueva generación se acomodaba a la idea de una paz sin vencedores ni vencidos y que, no sin dificultades achacables al radicalismo de un sector árabe, podía poner término a la contienda más longeva del mundo contemporáneo. La teoría concomitante era la de que la demografía palestina hacía inevitable la retirada de los territorios ocupados, para que Israel no tuviera que albergar un día una mayoría árabe que haría imposible la judeidad del Estado.

Desde hace 75 años, Israel se ve como el pequeño David, pues todas sus generaciones han tenido que luchar en una guerra

Pero un nuevo punto de inflexión se dio con la victoria del ultranacionalista Ariel Sharon en las elecciones de 2001. El general logró acreditar la idea de que era posible retener la mayor parte de lo conquistado sin tener que pagar un alto precio político y militar. Tras él, Benjamín Netanyahu ha acaparado el poder hasta hoy con la promesa de que nunca permitirá la creación de un Estado palestino, aunque eso supone la negación frontal del plan establecido en 1947 por la ONU sobre el futuro del entonces protectorado británico y que permitió la existencia del propio Israel.

Aunque a finales del siglo XX, los juristas y la opinión pública europea consideraban que los israelíes eran quienes violaban las leyes y que las ‘víctimas’ eran los palestinos, el ataque integrista del 11 de septiembre en EE. UU. y la ola de atentados islamistas en Europa difuminaron los papeles. Tan rechazable era la intolerancia de Netanyahu como el fanatismo de los grupos armados palestinos. Mientras en Washington se declaraba la ‘guerra al terrorismo’, en Occidente se alimentó el imaginario colectivo de que todos los musulmanes eran terroristas. Ahora, Hamás ha potenciado esa imagen, en perjuicio de los propios palestinos.

Sin embargo, una buena parte de la opinión pública mundial lo contempla como Goliat, como un matón en Oriente Próximo

El futuro no invita, pues, al optimismo. El exministro Shlomo Ben Ami ha escrito que israelíes y palestinos nunca podrán hacer las paces por sí mismos: "No podremos porque en esta región no existe la cultura adecuada para resolver conflictos. Aquí no hay misericordia con el débil ni una segunda oportunidad con el derrotado". No obstante, el pragmático Kissinger advierte en su libro ‘Orden mundial. Reflexiones sobre el carácter de los países y el curso de la historia’ que "la cuestión palestina tendrá que ser afrontada tarde o temprano como un elemento esencial del orden regional y, en última instancia, también del orden mundial".

El conflicto no es irresoluble. Voces autorizadas, desde la de Isaac Rabin (el primer ministro israelí que fue asesinado en 1995 por un fanático sionista) a intelectuales como el escritor Amos Oz, han dado la clave. El último ha sido, esta misma semana, el almirante Ami Ayalon, que dirigió el todopoderoso Shin Bet (el servicio secreto interior israelí): "Tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza".

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Javier Rueda)

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