Por
  • Pedro Navarro

Israel somos todos

Israel somos todos
Israel somos todos
Pixabay

Cientos de civiles asesinados, mujeres violadas antes de ser ejecutadas y decenas de bebés decapitados en sus cunas. Más de 250 jóvenes asesinados mientras celebraban un concierto por la paz y decenas de ellos secuestrados, entre ellos dos españoles. Asistimos perplejos al 11S israelí, la macabra continuación de los atentados de Nueva York en 2001, los de Madrid en 2004, Londres en 2005 y París en 2015.

Porque tras la negación del derecho a existir de Israel como Estado se esconde una declaración de guerra a nuestro estilo de vida en libertad que encuentra en buena parte de la izquierda española una insoportable equidistancia, cuando no comprensión, ante la que nos debemos callar.

Hace apenas un año tuve el honor de conocer a Adi Schwartz y Einat Wilf, dos destacados intelectuales de izquierdas israelíes a favor de una solución biestatal al conflicto entre Israel y Palestina. La exdiputada laborista en la Knéset (el Parlamento israelí) y el periodista se mostraban ya entonces sorprendidos de las posiciones que una parte de la izquierda española exhibía en contra de la existencia del Estado de Israel, callando cuando no justificando cada ataque terrorista de Hamás.

Buena parte del mundo árabe más radical lucha contra una solución al conflicto que pase por el reconocimiento del Estado de Israel, comparándolo como hiciera el poeta árabe Burham al Din al Abushi en 1949, con la pérdida histórica de los musulmanes en la España de la Edad Media, pero sin duda lo que sorprende es que esas posiciones centradas en un mitológico derecho al retorno de los mal llamados ‘refugiados palestinos’ encuentre uno de sus más férreos bastiones en nuestro país, en la mitad del gobierno para nuestra vergüenza internacional.

En su libro ‘La Guerra del retorno’, Schwartz y Wilf defienden que para lograr una solución pacífica al conflicto entre Israel y Palestina éstos últimos deben aceptar que no existirá el ‘derecho al retorno’ abogando por la creación de dos Estados soberanos, solución que tanto Arabia Saudí como Marruecos iban a aceptar en los próximos meses, reconociendo por lo tanto el derecho a existir como Estado a Israel e institucionalizando la ruptura de una posición monolítica en el mundo árabe.

Es la indulgencia occidental con el sueño palestino la que obstaculiza el camino hacia la paz, es el odio a Israel y el intento de aniquilación de su población lo que guía a Hamás e Irán, y es la ignorancia de buena parte de la progresía española (también aragonesa) la que no es capaz de ver que el enemigo a batir no es uno, somos todos.

Hemos visito de nuevo la cara real de nuestros enemigos, de quienes glorifican la muerte y el terror y no nos podemos permitir los intentos de normalización y homologación facilitándoles recursos y justificando sus acciones. El Gobierno de España debe censurar a quien lo haga y apoyar de manera inequívoca el derecho de Israel a defenderse entendiendo que es el nuestro.

Nuestro derecho a vivir en libertad en Londres, París, Madrid o Nueva York. Nuestro derecho a defender un estilo de vida que respeta los derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres y la vida. Alto y claro, sin equidistancia insoportable ni silencio cómplice.

No tenemos por qué invocar lo evidente, Israel está siendo víctima de una agresión exterior y coordinada y tiene derecho a defenderse. Sin peros. La parte agredida es una nación democrática como la nuestra. Sus hijos decapitados en la cuna son los nuestros, sus jóvenes violados y ejecutados tenían la misma vida por delante que los nuestros, sus mujeres torturadas y vejadas hasta la muerte merecen que hagamos de su sufrimiento y lucha el nuestro.

Ni un paso atrás en la defensa de la libertad, la justicia y la igualdad. Ni un paso atrás en la defensa de nuestro estilo de vida. Ni un paso atrás en le denuncia de los cómplices cobardes del terror por acción u omisión en nuestro país. Ni un paso atrás contra el terrorismo y en defensa de la libertad. Ni un paso atrás en la defensa de Israel.

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