Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Guerra de propaganda

La propaganda es un arma en la guerra entre Hamás e Israel.
La propaganda es un arma en la guerra entre Hamás e Israel.
HERALDO

El conflicto palestino-israelí es el que ha llenado más páginas en la prensa internacional y más ha movilizado a las opiniones públicas árabes y de los países musulmanes en las últimas ocho décadas. Por ello, todos los bandos han puesto el mayor interés en el control de los medios de comunicación, la manipulación informativa y los procesos para ganarse a la opinión pública mundial a través de imágenes y relatos irreconciliables. Como escribió Shlomo Ben-Ami, antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Israel, «la persecución judía, y la manera en que el sionismo la utilizó, se ha convertido en un modelo para el nacionalismo palestino. Clichés como ‘exilio’, ‘diáspora’, ‘holocausto’, ‘regreso’ y ‘genocidio’ hoy son un componente inextricable del etos nacional palestino».

Otros lúcidos analistas, como Noam Chomsky o Edward Said, también han estudiado la manipulación informativa del contencioso y cómo la sobreabundancia de noticias no ha llevado al conocimiento profundo de los problemas y de las soluciones de Oriente Próximo.

Hoy, en una espiral de muertos y rehenes, también existe una intensa batalla por las imágenes. Como en todos los conflictos del último siglo, la guerra tiene lugar tanto sobre el papel de los periódicos y las pantallas como sobre el terreno. Los contendientes son conscientes de que la desinformación (a través de la censura, la represión, el engaño y la manipulación) es capaz de romper el equilibrio de fuerzas. De hecho, la propaganda es el principal instrumento para legitimar la violencia y para ganarse el apoyo de la opinión pública internacional. Así viene siendo, al menos desde la guerra hispano-cubana de 1898, en la que el belicismo antiespañol fue azuzado por William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, editores de los que entonces eran los dos grandes periódicos neoyorquinos. Por ello, ya en 1917, el congresista demócrata estadounidense Hiram Johnson pronunció una célebre frase que está ‘escrita’ en letras invisibles en las paredes de las redacciones de los medios de comunicación: «La primera víctima de la guerra es la verdad».

La lucha entre árabes y judíos desde antes de la Primera Guerra Mundial (con las promesas británicas de independencia para los pueblos árabes y de apoyo a la creación de un Estado para los judíos) hasta la etapa actual, es una tragedia cuyos efectos se han extendido por todo el mundo y continúan envenenando las vidas de los que participan en ella. La narración de los hechos a través de ojos árabes e israelíes, así como de la cobertura de los periodistas y los historiadores, forman grandiosas hemerotecas y bibliotecas de información y desinformación. Ahora se está escribiendo un nuevo capítulo.

Un brutal ataque de Hamás ha desencadenado una nueva guerra de armas y también de imágenes: los israelíes muestran vídeos de crímenes atroces; los civiles palestinos aparecen masacrados por la letal venganza que está ejecutando el Ejército del Estado judío; Irán evita, al menos a corto plazo, la fotografía del entendimiento de Arabia Saudí con Tel Aviv; Washington refuerza su alianza con el ‘lobby’ judío…

No obstante, incluso en la jerarquía del mal hay una escala. La crueldad de las grabaciones de los terroristas persiguiendo a los jóvenes que habían acudido a un festival y ejecutándolos entre gritos de alegría hacen que los palestinos estén perdiendo la batalla por la imagen.

Israel no puede vengarse al margen del Derecho Internacional y de la proporcionalidad alegando defensa propia, como si la guerra hubiera comenzado el pasado sábado. Es cierto que al menos es una democracia, pero eso no significa que esté justificado todo lo que hacen sus gobiernos. Nunca puede combatirse un crimen con otro crimen. No obstante, es obvio que, con su agresión, Hamás ha dañado de forma irremediable la causa palestina.

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