Desde que en los años ochenta se instaló en Figueruelas la factoría de GM-Opel, que hoy pertenece a Stellantis, la industria del automóvil ha sido uno de los puntales de la economía aragonesa, y debe seguir siéndolo. 

El sector mundial de la automoción está hoy inmerso, con el vehículo eléctrico, en un proceso de transformación de largo alcance y para el futuro de Aragón es esencial subirse a ese tren. La Comunidad tiene las condiciones ideales para recibir la gran fábrica de baterías que proyecta Stellantis, pero es necesario que los gobiernos nacional y autonómico trabajen juntos para conseguirlo.

Más allá de los intereses de partido o de la coyuntura política es obligado que, en este momento, tanto el Gobierno de España como el de Aragón pongan de su parte todo lo necesario para atraer a Zaragoza la gran inversión que planea Stellantis en la producción de baterías para vehículos eléctricos. Se trata de un proyecto de Estado, para el que Aragón está preparado y se sitúa en una posición muy favorable. Pero hace falta un impulso final, ligado a las ayudas del PERTE del automóvil, y las autoridades deben coordinarse entre sí y con la empresa para que esta oportunidad fructifique. En la anterior legislatura no fue posible la instalación en la Comunidad de una de estas ‘gigafactorías’, ahora la ocasión es clara, pues la candidatura aragonesa cuenta para Stellantis con muchos puntos favorables. La planta de Figueruelas, que ha demostrado desde hace ya muchos años capacidad y responsabilidad, así como la potente industria auxiliar están ya embarcadas en la producción del coche eléctrico. La fábrica de baterías supondría un paso decisivo para garantizar a largo plazo el futuro de la automoción como uno de los capítulos fundamentales de la economía aragonesa, creando empleo y riqueza y poniendo a la Comunidad en vanguardia de la transición ecológica. No hay que escatimar esfuerzos para conseguir traer a Aragón esa inversión.