Por
  • Javier Lacruz

‘Spots’ sádicos

Evitar los atropellos en carretera, objetivo de la campaña de verano de DGT
'Spots' sádicos
EFE

Probablemente este sea el artículo más difícil de mi vida. Nunca lo he contado. Y pocas, muy pocas personas lo saben. Ahora creo que ha llegado el momento de decirlo. He de afrontar los hechos. Hace muchos años maté en un accidente de tráfico a mi hija de dos años. Una niña rubia y de ojos azules, como yo. 

Era septiembre, por estas fechas. Yo había bebido unas copas. No recuerdo bien, pues esas cosas se desvanecen de la memoria. Se te obnubila la mente pero luego la realidad te golpea de forma implacable. Mi hija iba sin cinturón. Salió por el parabrisas. Se partió el cuello. La recogí en mis brazos, caminé unos metros y me desplomé en el suelo. No hubo escapatoria: yo era culpable. Y sigo sintiéndome culpable, porque estos delitos te persiguen toda tu vida.

Le pido disculpas, lector, por esta dramatización, porque lo que antecede es pura ficción. Remedo la pamema del anuncio de la DGT, desalmado y cruel, que nos tenemos que tragar incluso a la hora de comer. Me imagino a quien de verdad le ha ocurrido semejante desgracia y me desangro de rabia y dolor. ¡Qué dosis de insensibilidad! Creo que no hay que retraumatizar a quien una vez se equivocó gravemente. Ya paga, día a día, suficiente condena. Ni tampoco al resto del personal, niños incluidos. La pedagogía punitiva de la DGT no solo es impropia, sino indecente. Y cruel. Sigue el axioma de "la letra con sangre entra". Con miedo y culpa mejoran estadísticas. No buscan concienciar, solo su amargo y triste placer sádico. Les renta.

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