Escribía hace unos días, en un comentario sobre el turismo y su importancia en la economía española, que el sector aporta a nuestro producto interior bruto más del 14%, cifra posiblemente superada este año como consecuencia del ‘boom’ que evidentemente estamos teniendo y que tiene todo el aspecto de mantenerse en crecimiento. 

El turismo forma parte del sector terciario, o de servicios, que representa en España en torno al 74% del PIB, en línea con los datos de otras economías europeas; si añadimos la construcción, el conjunto supera el 80%, dejando un 16% escaso para el sector industrial y apenas un 3% para la agricultura.

Pero hay que añadir, para contemplar un análisis más preciso de nuestra economía, que en los últimos años la industria ha ido perdiendo peso y ha crecido de forma considerable el sector servicios. Este cierto desequilibrio que se observa como consecuencia del decaimiento de la industria explica la relativa parálisis de la economía hacia la que parece caminar España. Sin una industria poderosa, la economía se resiente y se hace vulnerable; por eso Europa señala como objetivo llegar a un 20%, y un reciente estudio de PwC señala que para 2030 deberíamos alcanzar un 18%. Los fondos europeos para la recuperación debieran emplearse en su gran mayoría en programas de reindustrialización, en innovación industrial, en mejoras de la productividad aplicando nuevas tecnologías, en la entrada en sectores con futuro. Todo ello para consolidar una base industrial que como ya se ha demostrado otras veces en España (planes de desarrollo) es útil para la creación de empleo de mayor nivel, la incorporación de nuevos modelos de gestión, la automatización (hoy robotización de numerosos procesos) y la apertura hacia los mercados exteriores.

También la atracción de capital extranjero ha ayudado a nuestro desarrollo industrial y lo puede seguir haciendo, si bien las circunstancias de inestabilidad que vive España no son precisamente las más adecuadas para la tranquilidad de capitales foráneos; y algo habría que hacer con la bolsa de paro que aún nos agobia. Se requiere un profundo cambio de modelo en el ámbito de la formación para ofrecer una verdadera formación profesional en consonancia con las demandas de las empresas; menos cursos de peluquería (que también) y más aprendizaje en el manejo de máquinas de control numérico y de informática aplicada a las actividades industriales.

La humanidad ha ido avanzando y proporcionando cada vez más bienestar a medida que se han ido sucediendo las revoluciones industriales: desde la máquina de vapor, la mecanización, la electricidad, el motor de combustión, la informática… En el mundo occidental, y las economías emergentes están siguiendo el modelo, la industria ha creado riqueza, movilidad social, urbanización, bienestar… Hasta el punto que un retroceso en la actividad industrial es una mala noticia para cualquier economía. Pero también es necesario revalorizar el concepto de empresa como sostén de una economía próspera.

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