Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Cogito ergo sum

'El pensador', escultura de Luis Moreno Cutando en Fabara.
'El pensador', escultura de Luis Moreno Cutando en Fabara.
Laura Uranga / HERALDO

Pienso, luego existo (‘cogito ergo sum’). Desde que Descartes resumió la condición humana en estas tres palabras, los intelectuales comprometidos se vieron abocados a la jubilación anticipada. «Si cualquiera va a ser capaz de pensar correctamente por su cuenta y de actuar en consecuencia -se dijeron- nos quedamos sin trabajo». Nada de eso ha sucedido. Buena parte de los ciudadanos permanecemos narcotizados gracias a la vieja fórmula romana del ‘pan y circo’ (consumismo y ocio). La pereza mental y ética alcanza tal cota que incluso asumimos con entusiasmo el timo de internet como queriendo negar la evidencia: que un tonto es un tonto y un tonto con internet sigue siendo un tonto.

En la España actual, en la que el surrealista PSOE de Pedro Sánchez parece dispuesto a romper el pacto constitucional para comprar el voto de los reaccionarios independentistas y nacionalistas, se percibe con claridad el renovado valor de los intelectuales con espíritu crítico. Son filósofos o escritores con independencia de criterio y valentía. Desde Javier Cercas a Fernando Savater, no son pocos los que, igual que un día se declararon socialdemócratas, hoy acusan abiertamente a la Moncloa de estar dando alas a golpistas recalcitrantes que constantemente deslegitiman a España y su democracia.

El (mal) político se ciega porque está sometido a la disciplina del partido que le puso en la lista electoral, pero el (buen) intelectual abre los ojos al ciudadano para que vea que eso que señala el dedo poderoso no son gigantes sino molinos de viento.

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