Por
  • José Badal

España en almoneda y en vilo

España en almoneda y vilo
España en almoneda y vilo
ISM

Pasado el periodo vacacional, me sucede algo parecido a lo que me ocurre cada Año Nuevo: el deseo de nuevas políticas y cambios económicos y sociales pensando en construir un país más educado, culto, preparado y en paz; lo que pasa por acometer las muchas reformas de calado pendientes con la vista puesta en el interés común, en una sociedad donde la sana convivencia sea el fin primordial en contraposición con la falta de entendimiento, la trifulca, los enredos, los insultos o los reproches de unos contra otros. 

Pero no, mi anhelo nunca se cumple.

Percibo una triste realidad exacerbada por el cacareado progresismo que significadas personas pregonan rendidas al poder por oscuridad de la razón, inquebrantable fanatismo, o con oficio enajenado al cobijo del pesebre; repetido hasta la saciedad con el propósito de quebrar voluntades y embaucar al pueblo con escaso discernimiento o poco avisado, presto a comulgar con tan vacuo vocablo. ¿Quién con verdadero espíritu de entrega y servicio a los demás no quiere el progreso real en pro del bienestar de sus conciudadanos? Supongo que todas las personas de bien, con rectitud de ánimo e integridad en el obrar se enrolan en esta bandera.

Los retos que nos aguardan, determinantes de nuestra salud política, económica y social, son muchos y exigen propuestas valientes

¿Cuál es el sombrío y enmarañado panorama ante nuestros ojos avizores? Reina la inquietud y la zozobra por doquier. Los retos que nos aguardan, determinantes de nuestra salud política, económica y social, son muchos y exigen propuestas valientes. En primer lugar, la formación de un nuevo gobierno estable superando el choque de egos y las posturas encastilladas, cosa harto improbable conociendo a nuestro presidente del gobierno en funciones, sin otro proyecto que retener el poder a toda trance, incapaz de pactar las reformas estructurales que nuestro país demanda desde hace tiempo. Ejemplos: la reforma de la Constitución, nunca abordada por desidia y recelo de la clase política, y del modelo territorial o de las comunidades autónomas, procediendo con buen juicio, en paridad, libre de gratuitos y ofensivos derechos históricos, discutibles cupos y demás agravios; la modificación de la ley electoral, que tantos chantajes nos depara; los reglamentos del Congreso y del Senado, inoperantes ante el vergonzoso mercadeo de escaños prestados en el marco de un sistema de candidaturas bloqueadas y cerradas; la supresión de aforamientos; un pacto justo para el aprovechamiento del agua…

Otras reformas atañen a la caótica judicatura, al deteriorado sistema público de salud, al degradado sistema educativo con una tasa de fracaso escolar del 13,9% y a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado; todas requieren la adecuación de plantillas y recursos. El aumento del gasto en defensa nacional y en investigación y ciencia son también medidas ineludibles.

En primer lugar, la formación de un nuevo gobierno estable superando el choque de egos y las posturas encastilladas

En economía, a falta de embridar el desbocado gasto público y el despilfarro sistémico, la situación no es boyante. La deuda pública española supera los 1.535.262 millones de euros, una cifra impensable hasta hace poco, mientras que la salida acumulada de capitales asciende a cientos de miles de millones. La sostenibilidad del actual sistema público de pensiones, el 11,8% del PIB, 12.093 millones en agosto, hace aguas y su solución sigue en el aire. El incremento del Euribor es ya del 4,1% y la inflación (el IPC) se sitúa en el 2.6% y la subyacente en el 6%. La cesta básica de la compra se lleva el 11,3% del salario mínimo en nuestro país y ha alcanzado por primera vez los 105.000 millones en 2022, un 9,1% más que el año anterior; pero el incremento en el gasto que comporta la cesta de la compra llega al 25% en los dos últimos años, un encarecimiento cercano a los 1.500 euros. El dinero disponible de las familias sufre una merma sensible y los hogares españoles tiran del ahorro para mantener su capacidad de gasto: sacan 12.286 millones de la banca, la caída interanual más alta de la última década.

A esto se suma la próxima e inevitable caída del empleo. El paro juvenil es del 27% y la (falsa) tasa de desempleo es de 2.762.500 trabajadores en paro. Los precios de la vivienda nueva y de alquiler están desbocados, y el encarecimiento de las hipotecas por las nubes. Esto, unido a los bajos salarios que desde siempre se han abonado (ahora por debajo del aumento de los precios), al previsible incremento del coste de la energía y a las excesivas cargas impositivas que soporta la ciudadanía, puede llevar a un inasumible empobrecimiento de muchos a corto plazo, especialmente de las clases menos favorecidas. Y todavía nuestro engreído presidente del gobierno en funciones saca pecho y dice que "España va como una moto". Pues no, España está en almoneda y en vilo.

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