Ya no cabe tanta gente

La playa de Salou llena de turistas
La playa de Salou llena de turistas
EFE/Jaume Sellart

España está que se sale. Me van a permitir que olvide hoy la política, de cuyos cauces ortodoxos también el país se sale, para hacer algunas consideraciones al hilo de este abarrotado verano en el que parece estamos batiendo día tras día los datos de ocupaciones de playas, hoteles, ciudades, carreteras, aeropuertos y rincones cualesquiera de esta tórrida piel de toro que contabiliza por millones pasajeros, turistas, desplazamientos, plazas de trenes, restaurantes de medio pelo y chiringuitos de toda condición y precio disparatado. 

Y ya que hablamos al hilo del verano este tan explosivo de estadísticas, habrá que hacerlo con hilaridad, es decir, con una sonrisa complaciente, aunque lo que de verdad tocaría sería una mueca displicente.

Porque da risa –cuando no una cierta pena– ver el amontonamiento de gentes en las playas, peleándose por un metro cuadrado junto al mar para plantar ese tinglado tradicional de la neverita, el niño, la hamaca y la sombrilla; como da miedo ver la procesión de inconscientes atravesando el paso de Mahoma al borde de despeñarse; por no hablar de esas largas colas de sufridores bajo un sol despiadado a las puertas del Museo del Prado o de cualesquiera otros centros de cultura, catedrales, monasterios, palacios, castillos, que con tanta profusión se distribuyen a lo largo y ancho de este atípico país que tiene el don de movilizar de aquí para allá a millones de residentes y atraer a otro montón de millones procedentes del mundo entero: curiosos, especuladores, amantes del arte, gourmets, familias con niño, visitantes a su aire… todo un zoo humano que corretea por las playas, llena hasta la bandera una hostelería que se frota las manos, nos permite incluso un superávit en la balanza de pagos y pone a prueba nuestra capacidad por tierra, mar y aire.

España está llena, a rebosar. Somos muchos y tenemos la manía de concentrarnos en los meses del verano, que es cuando al país se le revientan las costuras por tantísimo personal como estamos, según las declaraciones de todo aquel que tiene alguna relación con los negocios del turismo. Todo son porcentajes hacia arriba; más que ayer, más que nunca, todo lleno. Hay que hacer algo, porque aquí ya no cabemos más.

Una de las claves de arreglar esto, aunque es difícil, es desestacionalizar el turismo. Hubo años ha un ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones, Luis Gamir, de la UCD, que propuso hacer algo en esa línea, al menos por lo que se refería a diluir las vacaciones de los españoles a lo largo de todo el año. Pero eran otros tiempos, no estaba el horno para bollos y no se daban aún estos llenazos que contemplamos hoy con asombro, a pesar de las desorbitadas subidas de los precios, unos servicios no siempre a la altura de lo que se paga por ellos y la incomodidad de la masificación.

El turismo es y muy posiblemente va a seguir siendo el motor más importante de nuestra economía. En 2019 aportó al PIB un 14,5%, más que cualquier otro sector. Este año, todo parece indicar que vamos a superar con creces esa cota. ¿Podremos seguir así mucho tiempo sin hacer algunos ajustes? ¿Cabremos todos?

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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