Adaptación

Opinión
Adaptación
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Estábamos en el bar de las piscinas de Arándiga cuando entró bruscamente el frente frío tan anunciado. La luna brillaba a ratos entre negros nubarrones. 

Me acerqué al recinto de baño para fotografiar lo que me parecía una escena nocturna de lo más romántica. La sensación de frío me agradó. Todavía llevaba el abanico que esa misma tarde no soltaba de mi mano.

Qué frágiles y delicados somos los humanos, que solo estamos a gusto entre veinte y veinticinco grados, dijo mi amigo Jesús poniéndose un chambergo sobre los hombros. Podríamos habernos puesto a filosofar sobre el grado de adaptación que nos permite a los seres humanos soportar toda clase de adversidades a pesar de nuestra frágil naturaleza. Pero solo deseábamos regresar a casa para descansar. Habíamos planeado para el día siguiente una excursión por la carretera del desierto, la que va de La Almunia de Doña Godina hasta Fuendejalón. Esa noche conseguí dormir casi de un tirón. Cuando amaneció, vi un grupeto de golondrinas organizándose para la emigración. Una de ellas chocó contra una de las cristaleras de mi terraza. Por suerte pudo recomponerse y seguir su camino hacia el sur.

En un poema dedicado a las golondrinas, Alfonsina Storni dice: "Las dulces mensajeras de la tristeza son.../ son avecillas negras, negras como la noche./ ¡Negras como el dolor!". Para mí las golondrinas son alegres y valerosas. Ellas siempre vuelven trayendo buenas noticias y me incitan a viajar. Es verdad que su marcha me produce una leve melancolía transitoria que se me cura enseguida, en cuanto me subo al coche para ir a cualquier parte.

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