No es ninguna broma

Los termómetros rozan y superan los 40 grados demasiado a menudo.
Los termómetros rozan y superan los 40 grados demasiado a menudo.
Toni Galán / HERALDO

Esto del cambio climático me tiene preocupado, entre otras cosas porque leo cosas contradictorias y me confunde esa pelea entre quienes alertan sobre las consecuencias del cambio y ese grupo de negacionistas que dicen que todo esto no es más que la tapadera de un gigantesco negocio y que el mundo, o sea nuestro planeta, funciona con arreglo a los ciclos de toda la vida y que no hay por qué asustarse.

Pero yo me asusto cuando entro a mi dormitorio por la noche y veo que el termómetro marca 32 grados en el interior, temperatura que nunca se había registrado; y también me asusto cuando escucho o veo las tragedias que asolan a este nuestro mundo consecuencia de los bruscos movimientos del clima: sequías, inundaciones, incendios… Y me viene la intuición de que algo debe de estar pasando porque me da la impresión de que los tiempos de ahora no son como los de antes, y que realmente el clima está cambiando y que la depredadora y devastadora acción del hombre tiene algo que ver con el cambio.

Algo debieron ver también los científicos que estaba ocurriendo cuando se propició por Naciones Unidas la primera Cumbre de la Tierra, que tuvo lugar en Estocolmo en 1972. Habían de transcurrir veinte años más, en los que la preocupación por las cuestiones medioambientales fue creciendo, hasta que se celebró la más conocida cumbre de Río de Janeiro en 1992, que supuso una importante toma de conciencia internacional sobre la cuestión del clima. La declaración de Río, suscrita por más de 150 países, fue todo un aviso aunque no supusiera un compromiso formal para los gobiernos. Pero lo cierto es que poco a poco las legislaciones de numerosas naciones han ido incorporando medidas en pro de la sostenibilidad del medio ambiente, de la limitación de emisiones de gases de efecto invernadero. También España tiene sus leyes de protección del medio ambiente y un ambicioso Plan Forestal Nacional, aprobado en diciembre pasado y al que habrá que seguir la pista; y se han seguido manteniendo frecuentes encuentros internacionales donde se insiste en la gravedad del cambio climático.

No quiero frivolizar pensando que los académicos, dirigentes políticos y altos funcionarios de Naciones Unidas organizan esos encuentros en París, Kioto, etc., para su propio solaz, aunque algún malpensado así lo crea.

Desaparecen los glaciares y los hielos polares -ya está abierta la ruta marítima del norte que conecta los océanos Atlántico y Pacífico a través de los cada vez más escasos hielos del Ártico- con los desequilibrios correspondientes en la temperatura y nivel de los mares.

Parece por todo ello prudente tener una actitud proactiva en favor del medio ambiente; y muy en particular aquí, en España, situada geográficamente en una zona sensible y con grave riesgo de desertización. Apela a nuestra conducta ciudadana, a nuestros desperdicios, a nuestro consumo de agua, a la utilización de los recursos, a la limpieza del medio natural. En fin, que con todos mis respetos a los negacionistas, yo estas cosas no me las tomo a broma.

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