Por
  • Manuel Garrido

Cuidemos Torreciudad

Vista del santuario de Torreciudad.
Vista del santuario de Torreciudad.
Rafael Gobantes / HERALDO

Escribo acerca del conflicto generado sobre las dificultades de entendimiento que se han dado sobre Torreciudad, cuando la Prelatura del Opus Dei solicitó hace un par de años al obispo de la diócesis iniciar un trabajo -que no ha concluido- cuyo objetivo era actualizar el marco jurídico y de colaboración mutua en torno a Torreciudad. 

El objetivo era que el nuevo templo que se inauguró en 1975 se pudiese considerar canónicamente como santuario.

No entraré en temas jurídicos, cuento lo que viví, desde el afecto a tantas personas que trabajan en esta querida diócesis a la que san Josemaría tanto amó. Y en primer lugar a don Ángel y a sus antecesores en la sede episcopal.

Tras 21 años de trabajo presencial en el Alto Aragón, en Torreciudad, y otros tantos en los que he permanecido muy vinculado, cualquier polémica me parece innecesaria, inoportuna y creadora de problemas. Pienso que las divergencias se pueden resolver si hay ganas y el deseo común -que lo hay- de impulsar el amor y la devoción a la Virgen.

Creo que sería muy positivo que se considere lo que tantos interlocutores me han manifestado en estos días: arreglemos las cosas, ser capaces de armar un acuerdo, evitar la polarización mediática que no aporta rigor. Considero que el futuro estatus de Torreciudad necesita estudio sereno y confianza mutua.

El lío me sorprende pensando posibles planes para el 50 aniversario del santuario (2025), como ocasión para difundir la zona y atraer visitantes y peregrinos. En estos días pude ver la numerosa presencia en Barbastro y Torreciudad de jóvenes internacionales hacia la JMJ de Lisboa, junto a universitarios que visitan también Barbastro, Alquézar y Graus. Son ejemplos del atractivo de estas tierras, en las que somos pocos y no sobra nadie.

Cuando el 17 de julio se difundió el nombramiento de nuevos rectores en Torreciudad y El Pueyo, pude ver fotos de la ermita en los años 60 y releí el relato de los que en octubre de 1956 llegaron a ese lugar desde Zaragoza enviados por san Josemaría. Dos de ellos eran los profesores José Manuel Casas Torres y José Orlandis, catedráticos bien conocidos en la Universidad cesaraugustana.

Pues bien, su informe a Escrivá fue del estilo «vámonos de aquí cuanto antes, porque no hay nada que hacer». Las fotos eran muy expresivas de una devoción secular y de unas condiciones muy complicadas para plantearse construir algo.

Es conocido que en noviembre, un mes después, Orlandis vino a ver al obispo de Barbastro y empezaron a darse pasos de lo que culminaría en 1975, con la apertura del nuevo santuario. Estaba detrás el inmenso amor a la Virgen de san Josemaría y sus afanes de evangelización. Empezaba una etapa de continuidad con la entrañable devoción de las comarcas cercanas y que se proyectaría con un alcance internacional. Doy fe de la coexistencia pacífica, de afanes compartidos, de retos comunes entre la diócesis y un enclave mariano que sirve a la Iglesia y a la diócesis, al territorio y a la Comunidad autónoma.

He notado siempre mucho afecto hacia la Virgen de Torreciudad y por eso ahora me siento confundido y apenado, y pienso que hay miles de devotos que merecen, que merecemos, otro trato. A estas gentes y a muchas otras que la quieren, vienen a visitarla y traen a otros, a estos la situación creada les llena de pena y perplejidad.

Seamos creyentes o no, pienso que nos interesa que Torreciudad funcione y esté bien gestionado, ofreciendo una arquitectura destacada y un lugar de peregrinación moderno, cuidado, limpio. Esto ha funcionado bien durante 50 años y con las cosas que funcionan hay que tener cuidado y mimarlas.

Sólo veo ventajas en la inserción de Torreciudad en un patrimonio de arte, paisaje, naturaleza, que resulta muy atractivo, visitado por miles de personas, un patrimonio que necesita coordinación y oferta conjunta, que ponga en valor cada foco de atracción. Así lo reconoció el Gobierno de Aragón al conceder al santuario la Medalla al Mérito Turístico en septiembre de 2022.

Sigamos potenciando estos atractivos, tanto en puntos ya muy conocidos como en otros lugares pequeños, llenos de encanto y de emprendedores. Es mi compromiso personal con el territorio y el de tantísimos visitantes que difunden Somontano, Sobrarbe y Ribagorza, apoyándose en Torreciudad.

Manuel Garrido, periodista, es autor del libro ‘Barbastro y el beato Josemaría Escrivá’ y fue director de ‘El Cruzado Aragonés’ de Barbastro

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