¡Váyase, señor Rubiales!

Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol.
Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol.
Enrique Cidoncha / HERALDO

Este esperpéntico personaje que dirige nada menos que la Real Federación Española de Fútbol, y a quien tildó de energúmeno el secretario general de la UGT, Pepe Álvarez,

ha puesto él solito la marca España y la escasa consideración que tenga este desgraciado país en el mundo a los pies de los caballos; ha tenido la increíble capacidad de conseguir el acuerdo de los grandes partidos políticos en que se debe marchar de su puesto; ha devaluado la hazaña y los méritos del equipo femenino español de fútbol al conquistar el Campeonato del Mundo y ha mostrado su zafiedad de macho ibérico ante millones de atónitos espectadores con gestos de una grosería propia de un patán de cinco estrellas.

Sí, hablamos de Luis Rubiales, ese protagonista hace días de todos los informativos desde que tuvo un comportamiento obsceno, grotesco y machista consigo mismo y con una de las jugadoras del equipo al término de la final, y para el que todo el mundo civilizado pide a gritos su dimisión o destitución fulminante.

Pero no; no se va. Ni lo van a echar; porque el fútbol es otro mundo. Un mundo corrupto en sus más elevadas instancias nacionales e internacionales; un mundo de intercambio de oscuros favores y turbias maniobras pagados con cheques millonarios; un mundo de cooptación para asegurarse fidelidades indignas, compradas también aprovechando la debilidad de la condición humana, siempre dispuesta a corear a esos tipos que saben recorrer los vericuetos de la golfería asociada a la espuma de un deporte que cautiva a millones de incautos y sin duda nobles aficionados que desconocen las andanzas de las élites.

Yo no soy un forofo del fútbol, aunque me gusta ver de vez en cuando algún buen partido; pero sigo esos avatares laterales que ocurren en los alrededores del singular mundo del balompié. Y me pregunto por qué hay gente que se aferra de esa manera a los cargos directivos. Ya me interesó y me sorprendió la peripecia del anterior presidente de la Federación Española, el afamado y controvertido señor Ángel María Villar, a quien no había manera de despegar de su sillón. Hizo falta mucha agua caliente para levantarlo, porque se resistió como gato panza arriba utilizando toda clase de trucos y tretas, hasta que fue sustituido por este nuevo mandamás, que tampoco tiene pinta de irse de donde no merece estar.

Las jugadoras y los jugadores de los clubes, si creen como muchos de ellos y ellas dicen que este señor es un impresentable y que hay que quitarlo de en medio, debieran entrar desde ya mismo en una huelga general que hiciera forzar la dimisión de Rubiales. No es admisible que la chulería y la soberbia estén por encima de la educación, las buenas formas, el respeto y la profesionalidad, que como es bien patente brillan por su ausencia en este individuo.

Me uno al clamor que se escucha por todo el país, por todos los medios, por el extranjero, pidiendo dignidad; así que, por favor, ¡váyase, señor Rubiales!

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