La eterna juventud

El Papa en Lisboa.
El Papa en Lisboa.
André Kosters / Efe

Desde el día 17 tendremos una nueva residente y convecina en Zaragoza: la princesa Leonor, una joven responsable, inteligente, culta, consciente de sus tareas y del arduo camino que ha de recorrer. 

La responsabilidad y el andar con los pies en la tierra no están reñidos con la alcurnia ni con una temprana juventud. Esta semana hemos tenido la experiencia en los miles de jóvenes que han peregrinado hasta Lisboa para encontrase con el papa Francisco y otros compañeros y compañeras de camino, con los que compartir panes, peces y una paz sin fronteras.

Recibimiento oficial y encuentro con jerarquía y eclesiásticos; con jóvenes estudiantes, trabajadores, o víctimas de abusos que dejan heridas lacerantes. Petición de perdón, inquietud por la casa común, resaltar el papel de la mujer y la acogida de los márgenes, visita a centros de asistidos…

Oraciones, canciones, vía crucis, eucaristías y, como plato fuerte, la llegada a Fátima para pedir por la paz de Ucrania. ¿Jóvenes que no han oído nunca sobre Jesús? Son minoría. El compromiso y mirar a los otros despierta la pasión y crea vínculos.

Un buen líder puede mover montañas, al igual que la fe. Y Francisco tiene un buen bagaje: un origen humilde, carácter y vocación acrisolados con dosis de voluntad y esfuerzo, logros sociales y en la Iglesia. La acogida real de los pobres y excluidos y la sinodalidad serán ya por los siglos su carta de presentación, esa herencia que no se come la carcoma. Y su propia imagen es un emblema de aceptación de los límites, humanidad y trascendencia. Pero hay algo más. La certeza de que todos contamos; la sexualidad en pareja como culmen de un proceso de amor; la conciencia del aborto como doble muerte; el descubrimiento del sufrimiento como parte intrínseca de la vida y la plenitud. ¿Si no cómo explicarnos tantos miles de seres movilizados? ¿Turismo religioso? ¿Festivales multitudinarios versus ritos de fe?

La serie televisiva ‘The Chosen’ -‘El Elegido’-, que «muestra la parte más auténtica e íntima de la vida de Jesucristo», estrena su tercera temporada. En diciembre nos visita en las pantallas española. «No hay que ser creyente para vibrar» (Jonathan Roumie-Jesús). «El personaje borró mis depresiones» (Elizabeth Tabish-María Magdalena). Confesarse en el Parque del Perdón, o similar, puede ser un elixir. ¿Nos lo creemos? Depende de nosotros, y de la gracia.

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