España estupefacta

Carles Puigdemont, este miércoles en Bruselas tras el anuncio de que se le retiraba la inmunidad.
Carles Puigdemon
YVES HERMAN/Reuters

Atónita, pasmada… Así está España después de las elecciones generales del 23-J. No ya por el resultado, inesperado para todos, sino también por el panorama jeroglífico y endemoniado que se dibuja.

Indiscutiblemente, a pesar de que algún tertuliano ha pretendido desfigurar la realidad mintiendo de forma descarada, Núñez Feijóo ha ganado las elecciones; y hay que decirlo en voz alta, y repetirlo: 136 escaños son más que 122. Inapelable, aunque no guste. Lo que no quiere decir que el líder del PP esté en condiciones de llegar a ser investido presidente del Gobierno y que sea probablemente difícil que lo consiga. Eso es otra cosa, aunque no guste.

Los expertos hablan de tres escenarios posibles: Puigdemont, convertido de repente en árbitro nada menos que de los destinos de España, se abstiene y permite a Pedro Sánchez ocupar la presidencia a cambio sabe Dios de qué compromisos; Puigdemont apoya a Sánchez en la investidura a cambio de otros pactos y compromisos mucho más importantes; Sánchez, ante un posible y flagrante acto inconstitucional, prefiere la repetición de las elecciones. Porque está bastante claro que la opción de que gobierne Feijóo es casi imposible. Se presentará, claro que sí, a una investidura como es su obligación habiendo sido el partido ganador, aun a sabiendas de que sus posibilidades son muy escasas, por no decir nulas.

¿Caben otras posibilidades? Por supuesto que sí; todo cabe en política, que llega a proporcionar, como dicen, extraños compañeros de cama. Y esa posibilidad es un acuerdo, por insólito que pueda parecer, entre los dos grandes partidos constitucionalistas, el PSOE y el PP, que han obtenido entre los dos más de 16 millones de votos y 258 escaños, que permiten una amplísima capacidad de legislar y reformar. Es una ocasión única de conformar una fuerte presencia del Estado dejando aparte las hipotecas y dependencias de los extremos que se posicionan en los bordes del arco parlamentario. Ese sería un gobierno capaz de atraer la simpatía y el aplauso de la verdadera mayoría social española, cansada ya de tanas peleas, tantos engaños, tanta hipocresía y tantos riesgos de que al final pueda esto acabar como el rosario de la aurora.

He estado a punto de titular este artículo ‘La España que suspira’, porque creo que de verdad ese acuerdo es lo que desea la inmensa mayoría de los españoles para dar estabilidad a la nación. Lo malo es que depende en exclusiva del talante y la voluntad de Pedro Sánchez, a quien no sé lo que le hemos debido hacer para que esté tan enfadado con el mundo y abroncando continuamente a la mitad más o menos de los españoles, a los que sin más nos trata de retrógrados y fascistas. Mucha gente suspira por ese pacto de Estado que puede construirse con unos pocos acuerdos sobre nuestros grandes y acuciantes problemas y una multitud de variables sobre otros asuntos.

Sánchez tiene en sus manos la ocasión de volver a afianzar la fortaleza de la España constitucional. Creo que debería hacer una profunda reflexión sobre si ese podría ser nuestro mejor escenario.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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