Emilio Lacambra

Cuando murió José Antonio Labordeta, Emilio Lacambra nos contó que éste le mandaba a muchos transeúntes o indigentes a comer a su restaurante y que le dijo: "Tú dales de comer y yo te pagaré la cuenta". Ninguno de los amigos de Labordeta supimos esto nunca hasta que Emilio nos lo desveló. Ya se sabe: que no conozca tu mano izquierda lo que hace la derecha. Emilio aceptó su propuesta con una condición: él correría con la mitad del gasto del menú. Irían a medias. Esta anécdota revela muy bien el talante de ambos: eran gente buena, solidaria, comprometida.

Emilio acaba de morir y sus muchos amigos estamos desolados. Han sido centenares las noches en que hemos cenado en su casa, en esa ‘Casa Emilio’ por la que ha pasado media Zaragoza y prácticamente toda la intelectualidad española del último medio siglo. Emilio fue un viejo comunista leal a sus principios y convicciones, insobornable. Labordeta, Eloy Fernández, Emilio Gastón y sus muchos amigos más jóvenes no lo fuimos nunca, pero eso por supuesto no impidió que nos quisiéramos fraternalmente y nunca saltó una chispa en nuestras conversaciones. Porque Emilio era un amigo más. Cuando habíamos terminado de cenar subía a sentarse con nosotros y esos momentos siempre eran mágicos, por su bonhomía, por su sentido de la tolerancia, por su generosidad y su ternura. Sus camareros fueron como de su familia y a uno de ellos, nuestro llorado José Mari, lo quiso como a un hijo.

Se ha ido un hombre de una pieza, sin doblez, de los de antes. Una buenísima persona. Descansa en la paz de los justos, querido amigo.