El sabor añejo del verano

El maillot amarillo del Tour de Francia, el ciclista danés Jonas Vingegaard
El maillot amarillo del Tour de Francia, el ciclista danés Jonas Vingegaard
Daniel Cole

Estiro el cuerpo para ajustarlo a la oscilación cómplice de la torre del ventilador. Que agita el aire caliente con el ánimo voluntarista de convertirlo en fresco. Con los debates que todos hemos escuchado estos días, acepto el engaño sin rechistar.

El tedio somnoliento ha arrebatado la consciencia a los que comparten el entorno a mi alrededor. Apenas se mueven; si acaso para espantar el vuelo perturbador de una mosca con escaso respeto.

Despega la tarde y me acurruco en el discurso hipnótico de la narración de una nueva etapa del Tour de Francia, que ya avanza hacia su desenlace. Hace ya jornadas que el gran danés Vingegaard, vestido de amarillo, ha dado un golpe de autoridad que conmueve a los fieles de su gran rival, Tadej Pogacar, que ven tiritar a un gigante. El líder ha puesto fin a un mano a mano trepidante, aunque la prueba incorpora mil alicientes.

Es la ley de un deporte tan duro como apasionante, que cada día congrega a miles y miles de aficionados en arcenes recónditos. Muchos de ellos, con sellos españoles. Otros miles se acomodan ante la pantalla del televisor. Con actividad e intereses desiguales. Porque la emoción no logra activar el alma hibernada de mis acompañantes, arrebujados en el calor vespertino, de sabor añejo y ribetes clásicos.

Vive sus estertores la intensa actividad política, que nos ha arrollado desde el despegue del año. En una batalla tan descarnada como la de la carrera francesa, aunque mucho menos deportiva.

La tarde se reblandece mientras mi entorno recobra poco a poco la vida. Apartados ya de la retórica clásica del curso, hace semanas vencido, se superponen intereses variados. Que no acaban de confluir con los míos. Les cuesta adherirse a la iniciativa de desfilar hacia la piscina. Les aterra superar el tramo de asfalto que se deshace en la ruta. Aun así, el cariño filial incorpora a una de mis criaturas. Me esfuerzo por aparcar las obligaciones de mi día de mañana. De las que no logra desprenderse mi admirada compañía. Ya llegarán. De momento, tintinean los avatares consolidados del verano.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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