Por
  • Alejandro E. Orús

Urnas y ventiladores

Urnas y ventiladores
Urnas y ventiladores
Pixabay

No tendría que ser tan difícil evadirse de la política, y mucho menos cuando la canícula aprieta de esta manera, pero lo es. Unas elecciones generales en España un 23 de julio podrían calificarse de extemporáneas si no conociéramos bien la naturaleza expansiva de los partidos, que, como se ve, no encuentra freno alguno en las fechas del calendario. 

Todo en la vida –lo que incluye una convocatoria electoral– ha de tener su momento adecuado, expresión que se corresponde literalmente con el ‘kairós’ de los antiguos griegos. Luego podrá discutirse cuál es ese momento para cada cosa y para cada circunstancia pero en su correcta elección, y en general en la administración de los tiempos, se hallan algunas de las señales de la sabiduría.

Ciertamente este debate resulta ya del todo irrelevante. No solo porque haya llegado la fecha de apertura de las urnas, también porque esa voracidad que muestra la partitocracia vigente ha ido poblando la realidad de etiquetas hasta no dejar que prácticamente nada escape a su pormenorizada clasificación. Todo es ya política o está en vías de serlo. Y lo es durante todo el tiempo, nunca deja de ser el momento de la política.

Ni siquiera las altas temperaturas, que ahora amparan algo nuestra resistencia, son capaces de relajar esa verdad. Nórdicos y centroeuropeos tal vez no sospechen hasta qué punto el rigor de su clima es, por lo general, un valioso aliado para el engrasado funcionamiento de sus sistemas políticos y lo sencillo que resulta apelar desde allí a deberes cívicos sin mover a la chirigota de la concurrencia.

Las repercusiones del clima tienen una trascendencia inadvertida pero explican en gran parte, a través de la idiosincrasia, el ambiente polarizado y las tensiones que sacuden a sociedades como la nuestra. El recurso fácil de la convulsión, y no tanto el afán totalizador de la política, es el que acaba generando hartazgo. La irritación que ahora se recrudece por el calor es un punto de partida indeseable ante el trance supremo de decidir el voto. Y en ese sentido, ventiladores y aires acondicionados, como instrumentos capaces de atemperar y sosegar espacios comunes, están llamados a figurar hoy entre los primeros valedores de la democracia.

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