La larguísima campaña electoral, que comenzó mucho antes de las dos semanas oficiales que fija la ley, ha llegado a su fin. Los últimos mensajes y promesas han sido ya lanzados. La suerte está echada. En principio, Núñez Feijóo aspira a estar cerca de la mayoría absoluta (176 escaños), pero las encuestas señalan que la alcanzará si suma con Abascal. 

Pedro Sánchez insiste en que la remontada es posible, hasta el punto de poder reeditar una complicada mayoría como la de la legislatura que termina. En consecuencia, la pugna entre Vox y Sumar por el tercer puesto será muy reñida; se disputan un puñado de escaños en provincias pequeñas y medianas que pueden ser decisivos. Si ninguno de los dos bloques alcanza la mayoría absoluta, quedarían dos opciones: o pactan PP y PSOE o habría una repetición electoral. La mayoría de las encuestas, excepto la del CIS, da al PP como partido ganador en las elecciones de mañana. No obstante, en esta época tan marcada por la volatilidad, hoy menos que nunca en política se debe dar nada por sentado.

En una campaña muy personalista, con Sánchez y Feijóo acaparando todos los focos, el objetivo de socialistas y populares ha sido movilizar a su electorado y arañar votos a los partidos situados en su extremo. El candidato del PSOE se ha volcado en entrevistas de máxima audiencia y en debates televisados para vender la gestión de su Gobierno y advertir de los peligros de un PP coaligado con Vox. El jefe de filas del PP se ha centrado en mostrar las debilidades del Ejecutivo, criticando su alianza con Esquerra Republicana de Cataluña y Bildu, y en reclamar el voto útil. Concluida la campaña, hoy es día para la reflexión y mañana, el de llenar las urnas de votos. Los partidos han tenido la legislatura entera para expresarse. Ahora son los ciudadanos los que tienen la última palabra.