Por
  • Aurelio Viñas Escuer

El puente de Anzánigo

El puente de Anzánigo
El puente de Anzánigo
Heraldo

Leí hace unos días en HERALDO que la Dirección General del Patrimonio Cultural ha iniciado los trámites para declarar como Bien de Interés Cultural, en la categoría de Documento, al puente de Anzánigo, sobre el río Gállego. 

La noticia me ha producido gran alegría, pues soy un enamorado de los puentes. Y este de Anzánigo lo he utilizado toda mi vida, casi a diario en los años de mi niñez y juventud y ahora de cuando en cuando. Y he escrito tanto sobre él en periódicos y revistas que ahora casi no sé por dónde comenzar.

Recomiendo la lectura de mi libro ‘Anzánigo e Izarbe desde los límites del recuerdo’ (2011). Izarbe es una ermita situada a dos kilómetros al norte de Anzánigo y posiblemente se trata de la iglesia parroquial de lo que fue el pequeño pueblo medieval de ese nombre, formado por tres o cuatro casas ya desaparecidas. Este libro acaba de ser traducido al inglés en Estados Unidos por Tanya Kelley, profesora de la Universidad de Kansas, con la que me une sincera amistad. Tanya ha adquirido ahora una casa en Anzánigo. Concretamente la gran casa que fue propiedad del conde de Atarés, señor feudal de varios pueblos de la zona.

Y recomiendo la lectura del capítulo VII, ‘Dos puentes sobre el Gállego, el de Anzánigo y el de la Gorgocha’. Se aclaran conceptos que con frecuencia se utilizan equivocados. Así, está muy generalizado considerar el puente de Anzánigo como medieval y el de la Gorgocha, sumergido en las aguas del pantano de La Peña, como romano, siendo justamente lo contrario. El de la Gorgocha, pues así se llama el desfiladero en el que se construyó la presa del pantano, fue mandado construir por el rey de Aragón Ramiro I, ya bastante mayor, y sin duda se encargó de su realización su hijo Sancho Ramírez. Esto aparece en los libros de historia y así me lo ratificaron los brillantes ingenieros de Caminos Andrés Biescas Pacheco y Conrado Sancho Rebullida, con los que tuve el honor de trabajar, en los años sesenta del pasado siglo XX, en el proyecto de un posible recrecimiento del actual pantano de La Peña, recrecimiento que por fin no se realizó.

Por este puente aún es posible pasar si el pantano se queda totalmente agotado. Con Andrés Biescas, arriesgando un poco, lo pasamos incluso por debajo con una pequeña barca propiedad del pantano. Lo hicimos contando y midiendo las piedras, pues Andrés tenía el firme propósito de sacarlo fuera, aunque no llegamos a determinar el posible lugar para ubicarlo. Su fallecimiento prematuro, el 13 de octubre de 1963, a los 42 años, dejó todo en suspenso.

Con todos los respetos para el recuerdo, volvamos ahora al puente de Anzánigo. Este puente corresponde a la calzada romana del Bearn francés a Caesaraugusta (Zaragoza), que pasa por Anzánigo y seguramente le dio vida. Es una de las 32 calzadas romanas que se encontraban en España. Saliendo de Zaragoza, después de la mansión Foro Gallorurn, situada entre Ayerbe y Loarre, la calzada transcurría por las inmediaciones de Sarsamarcuello, Pequera y Casablanca, descendía al saso de la Garoneta Vieja por un trazado en zigzag conocido aún corno ‘las vueltas de Pequera’, atravesaba el río Garona por un puente de un solo arco que todavía perdura y seguía hasta Anzánigo paralela a la orilla izquierda del río Gállego. Aún es visible en pequeños tramos, habiendo sido borrada en su mayor parte por el ferrocarril de Huesca a Canfranc.

El puente de Anzánigo, que formaba parte de una de las calzadas romanas que
atraviesan el territorio aragonés, será declarado Bien de Interés Cultural

Precisamente en Anzánigo pudo estar situada la mansión hasta ahora desconocida de Ebellino. Y allí pasaba la calzada al lado derecho del río Gállego, con restos que todavía perduran, dando origen al puente que nos ocupa. Por consiguiente, se necesitaba un puente que ofreciera garantías en la guerra y en la paz. Y los ingenieros romanos, que no debían de ser tontos, eligieron ese lugar por ser visible desde Collarada y la Peña Oroel por el norte y las sierras de Santa Marina y San Román por el sur. Además de pequeños tramos de calzada, aún son visibles dos miliarios, separados entre sí cosa de una milla romana, como era preceptivo.

Volviendo al puente, pudo ser construido hacia los siglos II o III. Contaba con el arco central y dos más pequeños a cada lado. El más pegado a la orilla derecha desapareció, bien por causas naturales o por las invasiones bárbaras de los siglos IV y V, siendo reemplazado por el arco rebajado del lado izquierdo. Luego se levantó toda la estructura, pudiendo decir que hay un puente encima de otro. Después del feudalismo, el puente tuvo varios propietarios. En el invierno de los años 1925-26, se hundió el arco central, resentido quizá por los grandes pesos soportados durante la construcción de la central hidroeléctrica, tres años antes, pues todos los materiales, incluidos alternadores y transformadores, llegaron por ferrocarril. El mismo año 1926 se procedió a la restauración, realizada por el excelente albañil Fermín Viñas Lacasta, o sea mi padre. Luego se realizaron trabajos complementarios hasta 1931.

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