Un alcalde franquista y tres médicos socialistas

Hospital musulmán de Zaragoza, ubicado en la plaza de los Sitios de Zaragoza durante la Guerra Civil.
Hospital musulmán de Zaragoza, ubicado en la plaza de los Sitios de Zaragoza durante la Guerra Civil.
Archivo Heraldo de Aragón

Lo he dicho siempre, creer en ello me ha ayudado a ser mejor persona y me ha hecho huir del sectarismo como de una plaga bíblica: las ideas políticas están en un escalón inferior a la bondad o maldad del ser humano y no caracterizan ni explican éstas. Y por ello todos hemos conocido a gentes bonísimas y detestables tanto a derecha como a izquierda. 

De hecho, las peores cuchilladas en política proceden casi siempre de los propios compañeros de partido, de quienes comparten las mismas ideas. No te convertirán pues éstas en alguien decente cuando en su nombre tratas de eliminar a tu adversario y correligionario sin que te tiemble el pulso. Por eso, el simple hecho de tener unas u otras ideas políticas no otorga a nadie superioridad moral sobre los rivales. Solo tu comportamiento, si es noble y ejemplar, te la concederá.

Estos días ha llegado a mis manos documentación de un antiguo alcalde franquista de Zaragoza, que durante muchos años fue director médico de la Beneficencia Municipal. Hacía poco que había comenzado la guerra y la represión era durísima. La autoridad militar, con fecha 10 de noviembre de 1936, le exigió que informara con carácter reservado acerca de las actividades políticas de los 33 médicos que integraban el cuerpo de la Beneficencia Municipal, así como de su actuación profesional al servicio del Ayuntamiento. Como pasados dieciocho días nuestro médico aún no se había dignado responder, el Delegado Militar volvió a enviarle un oficio en el que le requería para que contestase en el plazo de cuatro días "bajo apercibimiento de que si no lo verifica le exigiré las responsabilidades a que por su desobediencia se haya hecho acreedor". 

Los tiempos no estaban para bromas, así que la respuesta del médico decano de la Beneficencia ya no podía demorarse más. El mismo día 28 de noviembre de 1936, Juan José Rivas escribía a mano una respuesta en cinco cuartillas en la que aseguraba que todos y cada uno de los médicos "se encuentran hoy en cuerpo y alma al servicio de España e identificados con el movimiento iniciado por el Glorioso Ejército Español", y que todas sus actividades políticas las habían desarrollado en partidos de derechas. Pero había tres excepciones notorias que no podía dejar de mencionar porque eran de dominio público: José Algora, que había sido "diputado de las Cortes Constituyentes y afiliado al partido socialista", José Lorente, con actividad política izquierdista muy conocida y militante del partido radical, y Alfredo Hernández, que debió de estar afiliado al PSOE, "sin que el que suscribe pueda afirmarlo de una manera rotunda y categórica". De este último, Rivas aseguraba que "desde la iniciación de este movimiento su conducta política no desmerece en nada la de sus compañeros de cuerpo", y "que militó siempre en el partido conservador", lo que –debió de pensar– le podría servir de salvoconducto. De José Lorente escribía que "tanto éste como el señor Algora hace ya mucho tiempo, y desde luego con anterioridad al 18 de julio, que se han alejado por completo de dichas actividades políticas, retirándose a la vida privada para dedicarse de lleno al ejercicio de su profesión". Y para reforzar la defensa de Algora recordaba que fue expulsado del partido socialista "por su actuación españolista al negarse a votar el estatuto catalán". Concluía diciendo que la actuación profesional de todos ellos al servicio del Ayuntamiento era intachable "por el celo desplegado en el cumplimiento de sus deberes profesionales".

Juan José Rivas, primo de mi abuelo Nicolás Rivas, defendió y trató de salvar a todos sus subordinados y ni acusó ni delató. A lo mejor pude conocer de niño a mi tío abuelo Pepe Lorente gracias a ese informe de Rivas, que no contó, aunque le eran sobradamente conocidas, sus muchas actividades izquierdistas y aragonesistas, ya desde mucho antes de la República, y todo lo que trabajó por prestar atención médica a los obreros y a las clases desfavorecidas.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Melero)

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