Redactor de HERALDO DE ARAGÓN en la sección de Deportes

Un enjambre de bañistas

Un enjambre de bañistas
Un enjambre de bañistas
Pixabay

Los he visto, los he tenido y los sigo considerando todo un icono del verano. Lo que no sabía es que durante un tiempo fueron una suerte de maná caído del cielo por las costas españolas. 

Desde niño he visto los azulísimos balones de Nivea debidamente dobladitos y empaquetados junto a los botes de crema solar y yo creía que la mayor atracción nostálgica que aparecía entre nubes era el helicóptero aquel de los anuncios de Tulipán. Pues no, resulta que en los años 70 y 80 los balones de plástico se lanzaban a las playas desde un puñado de helicópteros o unas cuantas de esas avionetas comerciales que aún hoy cruzan los cielos pero ya sin más carga que una pancartita publicitaria.

Debía ser todo un espectáculo ver a bebés, niños, padres, tíos, cuñados, abuelos y alguna que otra mascota tirarse de cabeza al agua para hacerse con unas pelotas que –cuentan– se lanzaban medio hinchadas para que el viento no se las llevara. Imagino que los socorristas se echarían a las manos a la cabeza y que el campeonato de codazos, empentones y aguadillas no debía tener parangón.

Durante décadas esta feliz lluvia repartió hasta 20 millones de balones por las playas. La avioneta pasaba solo una vez en todo el verano, así que había que estar siempre listo para nadar como Esther Williams y pelear como Muham-mad Ali. Leo que todo acabó con la ley de Costas de 1988, que prohibió "el vertido de material plástico y residuos al mar y sus riberas". Comprensible. Comprensible y más o menos coincidente con la fecha en la que empezó a despegar la selección nacional de waterpolo. ¿Casualidad?

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Christian Peribáñez)

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