Números versus ideologías

Números versus ideologías
Números versus ideologías
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Las últimas elecciones municipales y autonómicas han resultado todo un esperpento. Valle-Inclán las incluiría dentro de sus obras. Y es que en España, quizá antes que en otros lugares, se han dado unos pactos tan valleinclanescos que las señas de identidad de cada partido ya no son absolutamente nada. 

El que fuera ministro intelectual de los últimos años del franquismo, Gonzalo Fernández de la Mora, ya adelantó –desde un punto de vista no democrático y quizá justificando ciertas dictaduras, como la suya– el crepúsculo de las ideologías, en su libro del mismo nombre. Y mira por donde, acertó (los enemigos de la democracia también aciertan a veces).

Esta desaparición progresiva de las ideologías no es necesariamente algo malo, pues la excesiva ideologización lleva consigo un sectarismo que conduce al fanatismo, y puede llevar incluso a la barbarie y a los genocidios. Pero de esto a lo que estamos viviendo en España ahora va un largo trecho. Ahora lo que vemos es que ya no hay ideologías. Para empezar, vemos a casi todos los políticos que dicen que no van a pactar con los partidos que están en las supuestas antípodas de ellos. Normal, Pero luego, llegado el momento, después de amagos de coherencia ideológica, al final, hasta llegan o llegarán a gobernar con ellos. Esto no es nuevo, pues Pedro Sánchez ya nos enseñó que, si salen los números, se pacta con el mismo demonio. Ya hemos visto que, para mantenerse en el poder, pactó gobiernos (con nombres dentro de ellos o solo apoyando) con quien no creía en España o quería desgajarse de ella.

Ahora lo vemos más en España, pero estas cosas se han hecho toda la vida y en todo lugar. El mismo Hitler llegó al poder en Alemania aliándose con el mariscal Hindenburg, representante de la vieja clase aristocrática y militar prusiana, gentes a las que odiaba el pequeño cabo austriaco, resentido y envidioso. Pero al alcanzar una mayoría suficiente en 1932, solo tuvo que esperar unos meses para que muriese el viejo mariscal del kaiser Guillermo II. Y él, jefe de gobierno con Hindenburg de presidente, tuvo las manos libres para convertirse en Führer absoluto.

Lo que está claro es que todos dicen una cosa y hacen otra, realizan los pactos que solo les dan los números (no importa con quien), y con eso solo consiguen la desorientación de la gente, que se siente engañada, y la desafección de la población hacia la democracia liberal. ¿No vemos el populismo creciente en otros países? ¿Adónde nos llevará?

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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