Director de HERALDO DE ARAGÓN

Efectos de un giro

María Guardiola junto a Ángel Pelayo Gordillo
María Guardiola junto a Ángel Pelayo Gordillo
Efe

No quedó claro si fue un órdago o un farol, pero el giro no admite dudas. Perder la posición en una negociación es siempre el más grave de los errores y la futura presidenta de Extremadura, María Guardiola, ha confirmado que su pretendida firmeza frente a Vox carecía de la necesaria consistencia personal y del imprescindible respaldo de su partido. 

El resultado, adornado por Guardiola con una frase comodín tan hueca como grave –"Mi palabra no es tan importante como el futuro de los extremeños"–, concede a Vox la entrada en el Ejecutivo extremeño con la consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural mientras complica la postura de los populares en otros procesos de diálogo.

Vox quiere participar en los ejecutivos autonómicos al igual que desea hacerlo en el próximo Gobierno de España si Alberto Núñez Feijóo gana sin una mayoría suficiente los comicios del 23 de julio. El tiempo de permanencia en la oposición se da por superado y lo que ahora les interesa es acelerar los diferentes pactos regionales con los populares para trasladar a sus votantes, con carácter previo a las generales, una imagen de partido de gobierno. Guardiola, que midió torpemente sus fuerzas y la intensidad del deseo político de Vox, ofreció, como un gratuito signo de debilidad, su marcha atrás ante Abascal, quien previamente había aprovechado para extender por otras mesas el contagioso miedo a una repetición electoral.

Sin un criterio único y reconocible, el PP ha conducido en cada autonomía la negociación con Vox de forma bien distinta. En Valencia, una incomprensible velocidad presidió el diálogo para la formación del gobierno de Carlos Mazón, mientras que en Baleares la futura presidenta, Marga Prohens, evitaba la entrada de Vox mediante un acuerdo de legislatura de 110 puntos. En todos y cada uno de estos pactos, la obsesión de Génova, en especial tras el fiasco vivido en Extremadura, ha sido el mismo: evitar un desgaste político que dañase las opciones electorales de Feijóo.

El acuerdo para la formación de gobierno en Extremadura, que tras el giro de la popular María Guardiola ha permitido la entrada de Vox en el Ejecutivo, presenta efectos directos sobre las negociaciones abiertas en Aragón entre los dos partidos

En Aragón, el viaje emprendido por Jorge Azcón para cerrar su futuro Gobierno –distinto al de Fernando López Miras en Murcia– se muestra atrapado entre lo ocurrido en Extremadura y su deseo de replicar el modelo balear. Su anhelo de gobernar en solitario permanece inalterable, tan intacto como la voluntad de Vox por participar en el Ejecutivo regional.

A ojos del PP, los ofrecimientos del PAR, conjugados con el silencioso deseo negociador de Teruel Existe, resultan incapaces de competir con la solidez que otorga la mayoría que conceden los siete parlamentarios regionales de Vox. Azcón, que esta semana tuvo que escuchar en boca de Abascal que el acuerdo en Baleares "no va a servir en otros lugares" como Aragón, está siendo acompañado en este proceso por la presión que implica el deseo nítido de Vox de entrar en un gobierno en el que Alejandro Nolasco se sigue viendo como vicepresidente. La presidencia de las Cortes, que se pensó como una concesión suficiente, ha sido asumida por Vox como un amable gesto previo que sirve para arrancar unas negociaciones que aún no parece que estén lo suficientemente maduras. Azcón, que en su etapa como alcalde convivió con un Vox distinto al que se encuentra en las Cortes, integrado en una estrategia nacional y reacio a contentarse con unas cuantas cesiones programáticas, tendrá muy difícil lograr un gobierno en solitario. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Mikel Iturbe)

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