Por
  • Rafael Bernad Mainar

Enseñar en el siglo XXI

Enseñar en el siglo XXI
Enseñar en el siglo XXI
Beatrixia

Son muchas y enjundiosas las enseñanzas que Nuccio Ordine ha transmitido a lo largo de su corta y prolífica existencia. Impactados por su precipitada partida, será su obra escrita la encargada de asegurar un legado vivo entre nosotros.

Conspicuo defensor de la cultura clásica, las humanidades y la dignidad del ser humano por encima de la mercantilización de la vida, expone paladinamente las amenazas ante las que se enfrenta la civilización actual como fruto de la progresiva pérdida de los valores sobre los que se fraguó.

Su vocación le ha permitido alcanzar una excelsitud pródiga en reflexiones y alertas ante los riesgos que acechan a nuestra sociedad. Como principal antídoto, Ordine blande la espada de la educación, magnificando en tal sentido el protagonismo de la noble misión de enseñar. Por ello, esgrime la necesidad de planificar la formación a largo plazo, sin improvisaciones, ni urgencias apremiantes, y sin que pueda condicionarse preferencialmente por la profesionalización en aras de la quimera del mercado.

A su vez, enfatiza el deber de no confundir en la enseñanza las razones empresariales con las educativas, y aboga por deslindar con nitidez la escuela como un vasto mercado por explorar de la auténtica misión de educar y formar.

Y es que, comulgando con el intelectual italiano, la buena escuela no la hacen las tablets ni los programas digitales, sino fundamentalmente los buenos profesores. Ello induce a plantearnos si, en verdad, la escuela es el espacio adecuado para que el estudiante potencie la relación con la tecnología digital o, más bien, debería erigirse en el espacio idóneo para instruir en la desconexión digital, puesto que su uso desvirtuado la convierte en flagelo que anestesia la reacción frente a su tiranía; que alienta la fidelidad ciega; que extirpa el pensamiento despierto y conduce a "la formación de pollos de engorde en lugar de herejes con pensamiento autocrítico".

Nos preguntamos con Ordine si uno de los sentimientos humanos más elevados, como la amistad, puede cuantificarse por el número de seguidores en un perfil digital. Evidentemente, no: los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano y, seguramente, sobrarán algunos.

Con el ‘professore’ calabrés afirmamos que internet está hecho más para los que saben que para los que no saben: sin negar en absoluto que el acceso a una ingente información representa un hecho revolucionario, extraordinario y casi mágico, ello no basta para conocer, puesto que la captura de información no implica automáticamente captura de su significado; para conseguirlo se requiere contar con unos instrumentos previos que faciliten la sumersión en el fondo de la información. Sin un estudio preliminar, sin una formación de base, no es posible transformar la información obtenida, cual piedra filosofal, en verdadero conocimiento.

Las reflexiones del intelectual italiano Nuccio Ordine, fallecido prematuramente el pasado día 10, nos advierten sobre la trascendencia de la educación, de la escuela y de la universidad, para hacer frente a los peligros de nuestra época

Ordine abandera la escuela y la universidad como reductos donde aprender que, aunque el dinero puede comprarlo casi todo en una sociedad que crea desigualdad y deja en el camino a los más vulnerables, en modo alguno puede comprar el conocimiento, un tesoro que, sorprendentemente, se yergue cual maná intangible compartido que enriquece a sus actores: no sólo es la única riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse, sino que, además, enriquece tanto al que lo transmite como al que lo recibe.

A partir de este papel protagónico de la escuela y la universidad, parafraseando a Ordine, "la primera tarea de un buen profesor debería ser reconducir la escuela y la universidad a su función esencial: no la de producir hornadas de diplomados y graduados, sino la de formar ciudadanos libres, cultos, capaces de razonar de manera crítica y autónoma", en cuya cruzada "los clásicos tienen mucho que decirnos sobre el arte de vivir y la manera de resistir a la dictadura del utilitarismo y el lucro".

Al hilo de lo anterior, el pensador transalpino enaltece el arte de educar, una sublime encomienda que ha de ser correspondida por el buen docente a través de la excelencia, para lo cual ha de dominar su materia, sin que baste el conocimiento de mera antología, ni el estudio de la didáctica, puesto que, si no la domina, ningún manual que enseñe a enseñar le ayudará a mejorar su enseñanza.

De ahí la gran responsabilidad que supone la selección de docentes. Se requieren profesores que vivan con pasión la enseñanza: no se puede enseñar sin una buena preparación, no se puede transmitir sin amar lo que se enseña. Aflora aquí el arte de enseñar en su máxima dimensión, ‘dignitas’ y ‘officium’, misión, ministerio, vocación y sacerdocio.

Nuccio Ordine ha emprendido su último viaje, pero su sapiencia continúa dictando cátedra entre nosotros.

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