El Mercado Central, con su estructura de hierro y su estilo modernista, es uno de los edificios más característicos de la arquitectura zaragozana de finales del siglo XIX. 

La Asociación de Detallistas y el Ayuntamiento han celebrado esta semana, con actos diversos, los ciento veinte años de su inauguración, lo que sirve para llamar la atención sobre un monumento que aúna la belleza con la utilidad y que hoy, modernizado, sigue desempeñando la función para la que fue concebido y atrayendo las miradas como uno de los emblemas del centro histórico de la ciudad.

Diseñado para prestar un servicio esencial en una Zaragoza que a finales del siglo XIX crecía en población y en actividad económica, el gran Mercado ideado por Félix Navarro cumplió durante decenios como el principal punto de abastecimiento de alimentos para los hogares zaragozanos. Y hoy, tras una completa y acertada restauración, terminada en 2020, que destaca sus valores históricos y arquitectónicos, continúa siendo el mercado de referencia para los barrios que lo circundan y todavía atrae a muchos clientes de otras zonas. Produce desasosiego recordar que a principios de los años setenta del siglo pasado estuvo a punto de ser derribado para dar paso a una avenida; afortunadamente la ciudad lo salvó y, en 1978, fue declarado monumento histórico nacional y, en 1982, bien de interés cultural. La celebración de este 120 aniversario recuerda su historia, con especial hincapié en el trasiego humano que le ha dado vida. Hoy acuden cada día al Mercado a trabajar unas 300 personas, y recibe al año unos dos millones y medio de visitas de su clientela, lo que da fe de su vitalidad comercial, a la que se suma la zona de restauración. El Mercado Central es un ejemplo de monumento perfectamente integrado en la vida urbana, los zaragozanos deben apreciarlo y disfrutarlo como uno de los atractivos comerciales y culturales de la capital aragonesa.