Las formas de Yolanda

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, acompañada del portavoz de Sumar, Ernest Urtasun.
Las formas de Yolanda
Julián Pérez

Hace años, en plena crisis económica y al calor del 15M, acudí a una manifestación de las que aquellos años recorrieron Zaragoza para protestar contra las consecuencias sociales que estaba teniendo el desfalco bancario y gubernamental. Yo, para qué negarlo, nunca he sido muy de manifestaciones: me gustan las personas pero dudo de la gente, de la masa. 

En fin. El caso es que había allí un grupete, no recuerdo de qué colectivo, que gritaban con insistencia que había que ahorcar o quemar (ya he olvidado el tipo de ejecución) a empresarios y a propietarios de varias viviendas. Pensé entonces, y pienso ahora, que para mí nunca sería agradable votar lo mismo que esa gente. La bravuconada puede ser festiva pero es inútil, desprestigia incluso las nobles demandas de una mayoría social y además repele al sensato.

Mi abuela Pascuala siempre decía que la formalidad de una persona era lo primero; para mí lo son también las formas. Así, de la misma manera que me espantaron aquellos tipos y sus ganas de sangre contra los ‘malos’, me desagrada los que han llegado a la política creyendo que la mayor pureza ideológica se gana con un tono bronco. Sobre todo porque no calcularon bien que al subir tanto la intensidad de sus palabras, las decepciones posteriores adquieren el mismo nivel y son, por tanto, mucho más dañinas. De eso creo que se dio cuenta Yolanda Díaz cuando Podemos la hizo ministra y vio el panorama. Iglesias se quiso apoyar en el Congreso como se repanchingaba en la silla de ‘La Sexta Noche’ y ese modelo lo calcaron sus tentáculos ahora replicantes en la dirección del partido, que andan de campaña dialéctica radical para mostrarse como la verdadera izquierda. La líder de Sumar, en cambio, continúa practicando un modo de hacer política que no solo la ha colocado como la mejor ministra de ese espectro ideológico, sino que le sigue dando papeletas para amortiguar los errores que vendrán. Podemos entendió que lo práctico del 15M era meterlo en las instituciones; Díaz, que lo provechoso una vez dentro, era evitar autodestruirse con bravuconadas. Aprender del ecosistema es el primer paso no solo para sobrevivir sino para aprender a transformarlo y que esos cambios sean, por prácticos y sensatos, duraderos. Se debe ser formal, educado y determinante. El resto es ruido. 

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