El efecto del extraño

El efecto del extraño
El efecto del extraño
Pixabay

En sintonía con los comentarios que he recibido, creo que chillar simiescamente a un futbolista negro, por lo que tiene de racista y de ensañamiento colectivo con un individuo, es más execrable que abuchear un himno, aunque ambos comportamientos participen del mismo mal, según sostuve aquí la semana pasada.

Se me ha recordado también que es natural sentir temor y aversión por quien es diferente, o no es de nuestro clan. Yo dejé de creer en este tópico, al comprobar que mi hijo y sus colegas, en una escuela étnicamente diversa, nunca han manifestado el menor rechazo hacia nadie. El color de la piel y la procedencia les son irrelevantes.

Por otra parte, si el recelo xenófobo no es congénito, sino cultural y aprendido, lo mismo cabe decir de lo opuesto, la xenofilia, basada en el llamado ‘efecto del extraño’, consistente en tener una especial simpatía por quienes vienen de fuera. Se trata de la actitud hospitalaria con la que se encontraron, por ejemplo, los primeros españoles que contactaron con ciertas civilizaciones americanas, donde llegaron a ser recibidos como deidades.

Las ‘Cartas marruecas’ de José Cadalso, protagonizadas por admirados interlocutores extranjeros, indican que en el siglo XVIII español aún tenía fuerza el ‘efecto del extraño’, que dos siglos de romanticismo y nacionalismos convertirían en anecdótico. Curiosamente, el fútbol es parte de dicha anécdota, de la que se exceptúan quienes chillan "uh, uh, uh" al rival negro e insumiso. La misma gente, por cierto, que vitorea al negro bueno de su plantación. De su equipo, quiero decir.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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