El mismo mal

Samuel Eto'o, en una imagen de archivo.
Samuel Eto'o, en una imagen de archivo.
HA

El último episodio de racismo padecido por Vinícius Júnior trae a colación lo que sucedió el 25 de febrero de 2006 en el estadio de La Romareda, cuando Samuel Eto’o hizo amago de abandonar la cancha, indignado por las expresiones ofensivas que le llegaban desde el graderío.

En mi caso, aquel gesto, aunque ‘interruptus’, hizo que, al reanudarse el partido, me fuera de La Romareda, algo que nunca había hecho, pese a haber presenciado otras veces los mismos chillidos simiescos contra un jugador negro. Los profería una minoría, sí, pero con la callada del resto del público y sin que el club ni las autoridades tomaran medidas serias.

Sin embargo, tales medidas eran obligatorias legalmente desde hacía más de una década, antes de que fueran reforzadas específicamente en 2007, un año después del gesto de Eto’o, con la ‘Ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte’. Se ha dicho que esta norma fue un referente mundial, pero su aplicación ha venido siendo otro cantar.

"No interpreto lo que ocurrió como racismo, sino como un insulto a un jugador", declaró entonces Álvaro Maior, jugador del Real Zaragoza, precisando que, de no ser negro, le llamarían racista por opinar así. Al mismo tiempo, su compañero de equipo Ewerthon De Souza afirmó lo siguiente: "He jugado años en Alemania, donde hay mucho racismo, y nunca lo he sufrido. En cambio, en España sí lo he sufrido, pero no había dicho nada por no llamar la atención". Creo que en ambos juicios se alude al mismo mal. El mismo, por cierto, que lleva a abuchear el himno de un país.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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