Brines y Villena

Francisco Brines gana el Premio Cervantes.
Francisco Brines gana el Premio Cervantes.
Natxo Francés.

Estaremos de acuerdo en que todos tenemos derecho a nuestra intimidad y a que ésta no se perturbe o desvele sin nuestro consentimiento. Hay quienes renuncian a ella y la venden a revistas o programas de televisión, y hay otros muchos, la inmensa mayoría, que son celosos de su intimidad, que luchan por conservarla y que no admiten intromisiones en su vida privada. 

Son estos últimos los mejores, porque no parece ética ni estéticamente apropiado comerciar con los sentimientos ni llevar a la plaza pública, para ser subastadas al mejor postor, cosas como las viejas fotos de tus padres del día de su boda. Siempre nos causa tristeza, a quienes frecuentamos rastros y almonedas, encontrarnos con ellas, porque desazona ver retazos íntimos de las vidas de los otros tirados por el suelo. Y es que casi todos entendemos que nuestras vidas, que nuestra intimidad, merecen respeto. También, incluso con más razón, cuando ya hemos muerto y no podemos hacer nada para evitarlo, porque con total seguridad aquellos padres no hubieran querido que vendiéramos al buhonero esas fotos que con tanto amor conservaron siempre. Viene esto a cuento porque a la muerte de Francisco Brines, Premio Cervantes y uno de los más grandes poetas españoles, Luis Antonio de Villena ha publicado un libro en el que, pese a reconocer que Brines fue un hombre discreto (y aun puritano) que nunca quiso hacer ostentación de su homosexualidad, desvela, con estruendoso lujo de detalles, toda su vida sexual, que a nadie más que a él debería importar. Ese exhibicionismo obsceno causa desagrado e irritación.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Melero)

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