Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

No es el BOE sino la confianza

No es el BOE sino la confianza
No es el BOE sino la confianza
Heraldo

El Titanic se hunde por el impacto brutal de una ola azul. El voto de castigo al ‘sanchismo’ ha torpedeado el casco del viejo buque socialista. En un hábil golpe de timón, Pedro Sánchez adelanta las elecciones generales para intentar recuperar el control de la nave o, al menos, para reducir daños. 

Maniobra a toda máquina para mantener la línea de flotación. Hay que taponar como sea las vías de agua que hunden al Gobierno y al partido. El presidente del Ejecutivo interviene así sobre las consecuencias del golpe, pero no sobre su origen.

La pregunta es obvia: ¿Por qué ha perdido el PSOE de forma tan apabullante? Las respuestas son múltiples. Por ejemplo, el factor económico suele ser determinante. Sin embargo, esta vez no lo ha sido. Aragón y el conjunto de España crecen más de lo previsto y se ha ahuyentado al fantasma de la recesión. Mejora el empleo, con récord de afiliados a la Seguridad Social y de contratos indefinidos. Hay paz social y se ha logrado un acuerdo con Bruselas sobre el ajuste del sistema de pensiones. La inflación, aunque elevada, está en la tabla baja de la UE. Con este cuadro macroeconómico, en los años ochenta y noventa del siglo pasado un partido de gobierno tenía la victoria electoral garantizada; hoy no.

Pedro Sánchez hizo un diseño nacional de una campaña local. Mitin a mitin, utilizó
el BOE para anunciar multimillonarias inversiones

Otras explicaciones de la debacle socialista son: la desunión de la izquierda, la desaparición de Ciudadanos y el deterioro de Podemos, el desplazamiento del descontento social hacia la abstención y la extrema derecha, la consolidación de Feijóo, la influencia de las listas de Bildu… Todas tienen su lógica, pero ninguna ha sido definitiva. Acaso porque son vaivenes propios del sistema y el auténtico talón de Aquiles del PSOE es, en realidad, un problema personal, un problema de falta de confianza en su líder. Desde que se instaló en la Moncloa, Sánchez ha dado la sensación de que solo le mueve asegurar su permanencia a cualquier precio.

La obsesión por el poder mueve al líder socialista y él mismo ha cultivado esa imagen. Empezó con su épica lucha por la secretaría general del PSOE; la agrandó con la publicación de su ‘Manual de resistencia’; y la consolidó con sus alianzas para gobernar. Pactó con Podemos después de negarlo de forma contundente. Contemporizó con los secesionistas de ERC a pesar de que acababan de intentar dar un golpe de Estado en Cataluña. Se entendió con Bildu a pesar del rechazo de los propios socialistas.

Pedro Sánchez ha jibarizado al partido y lo ha hecho comulgar con una estrategia populista, que le es ajena. Sostenerse sobre el eje Podemos-ERC-Bildu, que solo anhela la polarización, está totalmente al margen de la tradición socialdemócrata europea, que siempre ha tratado de cohesionar a las clases medias apelando a sus intereses comunes. En cambio, el populismo intenta hacerlo apelando a sus aversiones compartidas, tal y como teorizó Laclau.

Quiso comprar el bolsillo
de los ciudadanos, pero estos también votan con la razón y el corazón 

Con el partido capitidisminuido, Sánchez se ha creído el todopoderoso capitán del Titanic. Nadie duda de que le sobran ambición y olfato político. A cambio le falta lo que el catedrático y candidato Michael Ignatieff denomina "el derecho a ser escuchado por los votantes": un político se gana ese privilegio a ser escuchado si el votante considera que es digno de confianza, si logra convencer a los electores de que está en política por ellos.

Buena parte de los ciudadanos creen que Sánchez está ahí solo por él. Esta es la causa de que la ola azul pueda convertirse mañana en una gran tormenta y, en unos meses, en un tsunami de un millón de votos. El inquilino de la Moncloa no quiere ver el problema y ha puesto el Titanic a toda máquina. Cree que así puede capear el temporal.

No hay peor ciego que el que no quiere ver. El PSOE tiene una enorme vía de agua en su casco y se llama Pedro Sánchez.

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