El caso Vinícius

Vinícius Júnior, jugador del Real Madrid, durante el partido contra el Valencia C. F celebrado el pasado 21 de Mayo en Mestalla
El caso Vinícius
EP

Tengo para mí que España no es un país racista, aunque tengo también la convicción de que en ciertos ámbitos abundan colectivos de impresentables e insensatos energúmenos capaces de dar una imagen distorsionada de lo que es en realidad la sociedad española. 

Uno de esos reductos es el mundo del fútbol, que se aprovecha con gran impunidad para practicar el gamberrismo, la violencia y el insulto por parte de esos significados y conocidos grupos que desconocen el respeto, la educación y el verdadero sentido de la competición y el deporte.

Ahora, a raíz de la escandalera que se ha organizado con el conocido caso Vinícius, todo el mundo se echa las manos a la cabeza y se pregunta cómo puede acabarse con esta lacra. Difícil asunto tratándose del mundo del fútbol, en el que tantos intereses se cruzan y del que tantos viven del cuento. Aunque también muchos coinciden en que sólo a base de adoptarse medidas drásticas podrá ponerse fin a esa práctica de la provocación y el insulto.

En el mundo del fútbol siguen cobijándose grupos de energúmenos que hacen del insulto y de la grosería su estandarte

Pero, ¿cuáles podrían ser esas medidas? No, desde luego, las que se derivan de esos inservibles y manoseados manuales y protocolos del balompié. Al fútbol hay que tocarle por donde más le duele: el dinero. Y las acciones que pretendan eliminar estas gamberradas tienen que ir por ahí. Cosas que duelan, aunque dudo que nadie se atreva a mover en esa línea el mundo del pelotón.

Dos caballeros, que los hay entre los pocos caballeros que pululan por el deporte que se dice ‘rey’, aunque no es verdad, como son dos señores entrenadores, han hecho declaraciones que debieran ser tenidas en cuenta por quienes manejan los reglamentos y las normas futbolísticas. Me refiero a Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid, y a Xavi Hernández, actual ‘coach’ del F. C. Barcelona. Ambos proponen que a los primeros insultos y desmanes de esos grupos antideportivos se responda con la suspensión inmediata del partido. Todos al vestuario y los miles de espectadores a su casa, frustrados del espectáculo por culpa de esos niñatos. Con la obligación al club local de devolver el importe de la entrada. Seguro que eso duele, como dolería también otra propuesta: que en tales casos se dé automáticamente por perdido el encuentro al equipo titular del estadio.

Para luchar contra ellos hay que tomar medidas drásticas que dejen claro que esas actitudes no pueden ser admitidas en los estadios

En todo caso, hay que hacer algo. Hay muchas posibilidades y hay ejemplos en otras federaciones europeas que sancionan esta clase de conductas. El ambiente futbolero español, que de tantos vicios y males adolece, necesita una limpieza a fondo y también erradicar esa patulea que ensucia la deportividad. Las competiciones españolas tienen que ser un ejemplo de modo que se pueda tapar la boca a gentes como el presidente brasileño, que se permite en el seno del G7 insultar a España y calificarla de país racista.

No sé si el fútbol español y su pandilla de mandamases, culpables por omisión, serán capaces de poner un poco de orden para que cesen estos lamentables hechos. Vinícius no tiene la culpa. La afición, tampoco.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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