El presidente del Gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, y la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, han obviado en su primera cita las grandes diferencias ideológicas que los separan para expresar su compromiso de colaborar con el fin de lograr la unidad de Europa a la hora de hacer frente a los retos que tiene ante sí. 

Sus discrepancias ideológicas son conocidas, pero no han estado presentes en su comparecencia pública. Ambos líderes han abrazado el clásico pragmatismo diplomático que establece que las relaciones entre Madrid y Roma trascienden con mucho a sus respectivos gobiernos y su color político. Efectivamente, el papel del jefe del Ejecutivo en este momento es garantizar el éxito de la presidencia rotatoria de la UE que España ejecutará, a partir del 1 de julio, en el segundo semestre de este año.

Cinco meses después de que Italia se convirtiera en el primer gran país europeo gobernado por la ultraderecha, algo que causó un gran impacto en España, Sánchez ha protagonizado su primera reunión bilateral con Meloni, la aliada italiana de Vox. Pero ni los discursos ni los gestos han dejado ver discrepancias. El presidente del Gobierno está obligado a hacer los equilibrios necesarios para sostener las mejores relaciones con un socio estratégico, aunque pueda tener grandes diferencias ideológicas con su líder.

Pedro Sánchez no ha hecho ninguna referencia crítica a Meloni y ni siquiera ha planteado la habitual fórmula de «todos saben que hay muchas diferencias entre nosotros». Sorprende que el líder del PSOE sea tan hábil en aparcar sustanciales diferencias ideológicas con la vista puesta en un objetivo, el éxito del semestre de presidencia de la UE, y durante toda una legislatura no haya sido capaz de pactar con el PP ninguno de los acuerdos de Estado que le reclama la sociedad, desde la educación a las pensiones.