Y si no... las dejas
La autoproclamación de Yolanda Díaz como candidata de la ‘izquierda izquierda’ es un singular caso de arrogancia y egotismo políticos.
Díaz va a ser candidata, no por haber sido elegida líder de un partido ni por haber ganado unas primarias ni siquiera porque algún conciliábulo se haya reunido y la haya designado. No, Díaz será la candidata de todas las fuerzas a la izquierda del PSOE porque ella misma así lo ha decidido. Y ya está, al que le guste -y a muchos les gusta-, bien; y al que no, que se lo tome con quina. Lo increíble es que en ese espacio político, tan abigarrado, todo el mundo da por hecho que necesitan a Yolanda Díaz, que sin ella no son nada y que, por tanto, hay que acatar su dictadura.
Por otro lado, sin embargo, la apoteosis de Díaz no deja de ser también la revancha de Izquierda Unida y del Partido Comunista. Cierto es que a Díaz la subió al púlpito Pablo Iglesias, señalándola como su sucesora; pero ella ha hecho trizas el dedazo. Y ayer, en su momento de gloria, no estaba Iglesias a su lado, pero sí estaban la plana mayor de IU y el secretario general del PCE. En 2016, IU, es decir, en el fondo, el PCE, aceptó renunciar a su primogenitura como eterno baluarte de la verdadera izquierda y se unció al carro de Podemos, que era entonces la estrella emergente, convirtiéndose en el socio júnior de la coalición. A cambio ganó una vicepresidencia y dos ministerios. Un sueño.
Pero ya en el Gobierno, la comunista Díaz les ha dado sopas con honda a sus compañeras podemitas, ocupándose de las cosas de comer, asuntos como los salarios y los contratos laborales, mientras Irene Montero y Belarra transmitían una ruidosa frivolidad llamando ‘política social’ al cambio de sexo y a los derechos de los animales. Ahora se han vuelto las tornas y es la comunista Díaz la que dicta la ley. Y a Podemos se lo ha dejado muy claro: aquí están las lentejas, si quieres las tomas...