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  • Mariano Gállego Palacios

Corrección a golpe de clic

El director de la RAE, Santiago Muñoz, y la directora de la 24ª edición del Diccionario de la Lengua Española, Paz Battaner, este martes.
El director de la RAE, Santiago Muñoz, y la directora de la 24ª edición del Diccionario de la Lengua Española, Paz Battaner.
Javier Lizón/EFE

La Real Academia Española (RAE) ha sido vapuleada recientemente en las redes por culpa de una inocente tilde que algunos apasionados han convertido en signo de rebeldía. 

Un humilde adverbio se ha tornado arma arrojadiza en un debate muy lustroso en el pimpampum digital. Ignoro quién lo agita ni si se hace contra la adaptación del precepto a las nuevas reglas o en reivindicación de las que se aprendieron de niño, que suelen aceptarse con la comodidad que ofrecen los dogmas.

Pero obviamente es un síntoma de que el lenguaje nos preocupa. Y esta ya es una buena noticia que me hace añorar en estos momentos airados los aguijonazos que lanzó en su día nuestro maestro y paisano Fernando Lázaro Carreter, el que fuera director de la RAE entre 1992 y 1998. Compendiados en su imprescindible ‘El dardo en la palabra’, don Fernando dio un repaso con instructivo rigor y divertidas dosis de socarronería a los escribientes públicos, con especial predilección por los periodistas.

La centenaria y prestigiosa Academia, como garante del hablar y escribir bien de los casi 493 millones de hispanohablantes, tiene ante sí una ventana de oportunidad para reivindicar y divulgar la norma y orientar a esta vasta, diversa y plurinacional comunidad que utiliza un idioma cargado de variedades y que evoluciona como lo hacen quienes lo usan. La RAE ofrece un recurso tanto al autor de un impulsivo tuit como a un sesudo ensayista. Para muchos profesionales, incluidos los periodistas, constituye una herramienta fundamental. Cuestión distinta es que la utilicemos y le hagamos el caso que requeriría. Un somero repaso a letreros, carteles, notas, tuits y otros mensajes digitales dan muestra todos los días de lo mal que nos solemos expresar, al menos de acuerdo a la corrección del código. Olvidados ya aquellos diccionarios tochos de palabras ordenadas alfabéticamente en los que te pegabas un ratico buscando con el índice, se me escapa por qué ahora teniéndolos a golpe de clic no los utilizamos con más asiduidad en nuestra vida cotidiana.

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