Se venden citas previas

Oficina de la Seguridad Social en el centro de Zaragoza.
Oficina de la Seguridad Social en el centro de Zaragoza.
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El ignominioso trato que la Administración pública española dispensa en los últimos tiempos a los ciudadanos, que son quienes con sus impuestos pagan a los servidores públicos para que atiendan y ayuden en sus cuitas a los habitantes de este desdichado país, ha convertido en auténticos ‘pringaos’ a millones de españoles. 

El funcionariado, sin que nadie haya sido capaz de meterlo en vereda, y salvadas sean las honrosas y escasas excepciones, que las hay, se ha escudado en nadie sabe qué derechos o principios para evitar dar la cara ante la ciudadanía e instalarse en esa muelle comodidad de lo que otrora fue el ‘venga usted mañana’ y que hoy se llama ‘pida una cita previa’. Cita previa que, como la experiencia acredita de forma abrumadora, se ha convertido en una tomadura de pelo y en un desprecio a los derechos de la gente, esa gente a la que de forma hipócrita los gobernantes dicen defender.

Ya no se trata de la dilación en conseguir que te atienda un funcionario obligado a ello por su misma condición, sino de conseguir contactar para que sus excelencias se dignen coger un teléfono y atenderte en condiciones. ¡Una vergüenza de Administración!

Las dificultades que encuentran los ciudadanos, en estos últimos tiempos, para
conseguir que se les atienda en oficinas de la Administración pública está dando
ya lugar a una nueva picaresca, la compra-venta de citas previas

Por eso no es de extrañar que en este país donde la picaresca está ‘al loro’ desde hace siglos haya surgido el mercado de la compraventa de citas previas, una vez detectado por los pícaros ese hueco en la gestión de los asuntos públicos, esa dejación de responsabilizarse en la atención debida a los ciudadanos por parte de la función pública. Compraventa de citas previas a 50 euros, ya lo saben ustedes, ante la pasividad culpable de tanta autoridad inútil e incapaz, compraventa que no deja de ser otra muestra más de la ingente corrupción que impera en España.

Es indigno e injusto que los servidores públicos se hayan encastillado y parapetado en sus despachos e instalaciones que nosotros les pagamos para evitar recibir a las personas, imponiéndoles horarios, formas y condiciones para atender sus asuntos; es comprensible que en un periodo como la pandemia que hemos pasado haya habido que tomar excepcionales medidas de prudencia y prevención, siempre temporales; pero finalizado ya el tiempo del riesgo y del contagio, las cosas deben volver a su situación de antes, procediendo con absoluta normalidad a recibir y atender en oficinas, ventanillas, mostradores, dependencias o despachos a cuantas personas necesitan comparecer o gestionar algún trámite con la Administración, que, no debe olvidarse nunca, está al servicio de los ciudadanos.

Así que esperamos, aunque conscientes de que con vana esperanza, que se vuelva a esa normalidad deseada y que la función pública y la atención a los ciudadanos recupere el papel que nunca debió perder. Y un llamamiento a los jefes y responsables para que pongan orden y se pongan y pongan a los suyos en su sitio. Menos privilegios autoconcedidos, menos exigencias, menos citas previas. Más y mejor trato directo, personal, amable y eficaz. Es lo que esperan los ciudadanos de su función pública. Es lo que se les debe.

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