Cortesía parlamentaria y control del Gobierno

Pedro Sánchez en el pleno del Senado ayer.
Cortesía parlamentaria y control del Gobierno
Mariscal/EFE

Acostumbro a asistir, desde mi casa, como es lógico, a las sesiones de control al Gobierno que se celebran cada semana en el Congreso de los Diputados y a las que se producen ahora en el Senado, en las que es posible la confrontación directa entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición. 

Tienen –deberían tener– interés por cuanto ahí podemos comprobar las cuestiones que tiene que plantear la oposición y qué responde el Gobierno y cómo explica y aclara lo que se le pregunta. Así los españoles podríamos seguir cómo de eficaz, sincera, transparente y responsable es la actuación de nuestro Gobierno y cómo de representativa de nuestras inquietudes es la de la oposición.

Las sesiones de control al Ejecutivo en el Congreso y en el Senado deberían contribuir a que el ciudadano pudiera valorar mejor la acción de gobierno

Pero no tienen ningún interés. A pesar de que en el artículo 111 de la Constitución se dice que "el Gobierno y cada uno de sus miembros están sometidos a las interpelaciones y preguntas que se les formulen en las Cámaras", los diálogos que escuchamos en esos presuntos debates se parecen a aquellos diálogos para besugos que leíamos en los tebeos de nuestra infancia. Y eso ocurre porque a un Gobierno ensoberbecido le sienta muy mal ‘someterse’ al control de la oposición y que, en consecuencia, deba contestar a lo que se le pregunta. Pues no; a cada pregunta del diputado de turno o del jefe de la oposición, el presidente simplemente no contesta; gesticula, bracea, se arma de valor en una actitud de perdonavidas y se va por los cerros de Úbeda y nos cuenta una y otra vez una letanía cansina de lo bien que hace las cosas y de sus éxitos, sin dejar de reprender, sugerir, aconsejar, abroncar y ridiculizar a su interlocutor.

Hay algo en el parlamentarismo democrático que se llama cortesía parlamentaria, que es un valor entendido de cómo deben tratarse los diferentes intervinientes en los debates; cómo deben respetarse y contestar a las cuestiones interpeladas, sobre todo por el respeto debido no tanto al contrincante sino a la ciudadanía representada por la oposición. Un desplante a quien pregunta es un desplante a millones de ciudadanos, por mucho que les cueste entenderlo a quienes practican esa mala costumbre de salirse por la tangente y no contestar. Lo que tampoco deben entender quienes así actúan es que detrás de la cortesía debida están sencillamente la educación, las buenas maneras, el ejemplo democrático, el talante constructivo y convivencial… todo tan lejos del desprecio, la bronca, la ridiculización que vemos lamentablemente en cada ocasión en que nuestros próceres –no merecedores de tal nombre– se enfrentan en esos combates tan previsibles, tan ‘déjà vu’, tan reiterativos, tan aburridos.

Pero el presidente,
en lugar de contestar a las interpelaciones, se sale siempre por la tangente

Me produce una sensación de frustración ver a nuestro presidente incapaz de contestar a las preguntas que se le hacen. Nunca contesta y eso es faltar a la debida cortesía parlamentaria. Irse por las ramas no parece un discurso apropiado para un presidente del gobierno de España. Y el reglamento del Congreso pide a sus diputados, entre los que se incluye al presidente, respetar el orden, la cortesía y la disciplina parlamentarias. Claro que está por ver lo que cada uno entiende por cortesía.

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