Un año de invasión rusa en Ucrania deja muchas consecuencias, sobre todo la muerte de miles de personas y la destrucción de buena parte del país, pero la onda expansiva del terremoto bélico también ha llegado al coste de la energía, a la cuantía de las hipotecas y a la cesta de la compra de los ciudadanos españoles y del resto de Europa. Ahora, la preocupación no es el coronavirus sino cuánto ha subido el litro de aceite en el mercado. Es un hecho que el encarecimiento de los productos de primera necesidad está obligando a las familias a ajustar sus gastos. Lo más inquietante es que no se ve la solución a corto plazo: el precio de los alimentos ha aumentado un 15,4% en tasa anual. Es cierto que en enero crecieron tres décimas menos que en diciembre, gracias a la rebaja del IVA, pero eso apenas se nota en la cesta de la compra. El Gobierno debe estudiar con los agentes sociales la implementación de medidas más eficaces.

La cesta de la compra ha sufrido una subida de precios sin precedentes en las últimas décadas. Los incrementos más destacados han sido los del azúcar (50%), los aceites y grasas (38,1%), la leche (37,2%), los huevos (29,8%) y los cereales y derivados (22%). Todos estos productos inciden, en mayor o menor medida, en el conjunto de alimentos elaborados, lo que explica el aumento de la inflación, tanto la general como la subyacente, y refleja la dificultad para reducirla. Aunque el ministro de Agricultura, Luis Planas, ha afirmado esta semana que hay «razones para pensar que el IPC de los alimentos ha tocado techo, empezando por la evolución de los mercados internacionales», habría que analizar algún tipo de intervención especial en cada uno de esos productos para contribuir a aliviar las presiones inflacionistas en la alimentación, así como estudiar mayores subvenciones a los agricultores para la compra de fertilizantes y gasóleo.