Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

La lengua es el ojo

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la sesión de control que se celebró el pleno del Senado este martes.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la sesión de control que se celebró el pleno del Senado este martes.
Mariscal/EFE

Hay seres humanos que son recordados por una única frase. Ocurre con frecuencia con los gobernantes. Un caso paradigmático es el de Churchill. Inolvidable es su alegato para arengar a sus compatriotas en la guerra contra Hitler: «Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». Pero en realidad a él se le debe una retahíla de sentencias memorables: «Soy un optimista; no tiene mucho uso ser otra cosa».

Los políticos, sin embargo, no suelen dominar con esta maestría el arte de la palabra. Tienden a caer en los tópicos, en eslóganes manidos e ideas trilladas que saturan los vertederos del saber contemporáneo. Pero cuando pronuncian una frase talismán, esta puede convertirse en santo y seña de su legado: «Puedo prometer y prometo» (Adolfo Suárez), «Blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones» (Felipe González), «Váyase, señor González, ¡váyase!» (Aznar), «España está totalmente a salvo de la crisis financiera» (Zapatero), «A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, y eso es también una decisión» (Rajoy), «Con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo 20 veces» (Pedro Sánchez).

Todos los presidentes del Gobierno son recordados, pues, por alguna de sus perlas verbales. Y Núñez Feijóo, que aspira a serlo tras las próximas elecciones generales, ha acuñado esta semana en el Senado la que puede inmortalizarle: «Dejen de molestar a la gente de bien».

Deberían andar (y hablar) con más cuidado los candidatos. El lenguaje no es neutral ni inocente, siempre contiene ideología porque la lengua es el prisma a través del cual se ve todo.

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