Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Nueva guerra, vieja propaganda

St. Petersburg (Russian Federation), 21/02/2023.- A man sits near a screen showing Russian President Vladimir Putin speaking during his address to the Federal Assembly, at a street cafe in St. Petersburg, Russia, 21 February 2023. 'The goal of the West is to inflict a strategic defeat on Russia, to end us once and for all. We will react accordingly, because we are talking about the existence of our country' Putin said, addressing the Federal Assembly. (Rusia, San Petersburgo) EFE/EPA/ANATOLY MALTSEV RUSSIA GOVERNMENT PUTIN ADDRESS FEDERAL ASSEMBLY
Imagen de Putin en un escaparate de San Petersburgo, ayer
ANATOLY MALTSEV

A tres días de cumplirse un año del inicio la invasión de Ucrania, Vladímir Putin

ha vuelto a esgrimir su arsenal propagandístico habitual para justificar la

«operación militar especial», a la que sigue negándose a llamar guerra 

Una vez más, Putin acusa a Occidente de amenazar la existencia misma de Rusia y advierte a sus compatriotas de que el futuro de su patria está en juego. Esgrimir la amenaza exterior es un recurso tan clásico en la propaganda bélica como inflamar el ardor guerrero. «Rusia superará paso a paso, cuidadosa y continuamente, los desafíos con los que se encuentre. No se puede vencer a Rusia en el campo de batalla», ha proclamado.

Lo cierto es que todos los grandes imperios han exagerado sus capacidades para elevar la moral de los suyos y minar la de sus enemigos. Los relatos acerca de batallas, desde las narraciones históricas de Heródoto y los poemas épicos de Homero, han estado unidos al uso de la propaganda. No se trataba de escribir la Historia objetiva sino de incitar o provocar emociones para conformar la voluntad de la población, aunque fuese manipulando los hechos. De este modo, las ‘filípicas’ que dirigiera Demóstenes contra Filipo de Macedonia constituían parte de una verdadera campaña de propaganda, igual que las invectivas de Cicerón contra Catilina. En el año 300 antes de Cristo, Alejandro Magno, rey de Macedonia, ya disponía de algo semejante a un ‘departamento de relaciones públicas’ que utilizaba con fines propagandísticos. Maquiavelo dio al objetivo de la propaganda política una interpretación propia de la teoría burguesa moderna, al plantear que solo el Estado y el poder político constituyen un supremo valor independiente, mientras que el «súbdito» sigue siendo «objeto de manipulaciones».

Putin continúa esta tradición enardeciendo a su opinión pública. Ayer reiteró la afirmación de que Rusia se enfrenta a una «amenaza nazi» y al «odio constante» por parte del Gobierno de Kiev con el respaldo de Estados Unidos y el resto de las potencias occidentales. Con estos argumentos, repetidos múltiples veces a lo largo de los últimos doce meses, el Kremlin describe la invasión como una acción defensiva, en lugar de una agresión. «Me gustaría repetir: ellos comenzaron la guerra y nosotros usamos la fuerza para detenerla», aseveró en su discurso el presidente ruso, tergiversando los hechos.

El dictador utiliza torticeramente la realidad y la Historia para resucitar la vieja ambición de ampliar fronteras, que Ryszard Kapuscinski narró magistralmente en su libro ‘El Imperio’ (2007). El periodista polaco explicó que Rusia es un inmenso país habitado por un pueblo al que desde hace siglos mantiene unido una idea vivificante: la ambición imperial.

Para mantenerse indefinidamente en el poder y para mantener cohesionada a la ciudadanía rusa, Putin ha intentado desde el año 2000 reeditar ese proyecto imperial tras la desintegración de la URSS. En una primera fase, hasta la anexión de Crimea en 2014, se presentó como el único capaz de librar al país de las fuerzas destructivas internas y externas, de la corrupción y de los movimientos independentistas musulmanes del Cáucaso. Desde 2014, tras el empeoramiento de la situación económica a causa de la bajada del precio del petróleo y de las sanciones económicas, el inquilino del Kremlin ha protagonizado diversos episodios de agresividad exterior como la intervención en Siria o las operaciones para intoxicar a las opiniones públicas de Estados Unidos y de países europeos como el Reino Unido o España.

En este contexto, hace un año Moscú lanzó la invasión de Ucrania. Otro gran conocedor del antiguo territorio zarista, Orlando Figes, lo explica en su último libro, ‘La historia de Rusia’ (2022): apoyándose en agresivos ideólogos paneslavos (Danilevski, Ilyín y Duguin), Putin ha convertido Ucrania en campo de batalla de un supuesto ‘choque de civilizaciones’ entre Rusia y Occidente, tras varios años de «estrategia de guerra híbrida (que combinaba la subversión política, la militarización del gas y el petróleo rusos, la ciberguerra y la fuerza militar) para reconstruir en Eurasia un imperio ruso de carácter totalitario, que establecería sus alianzas basándose en el rechazo del orden liberal occidental y de la dominación mundial de Estados Unidos».

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