Fútbol repentino

Fútbol repentino
Fútbol repentino
Christian Charisius / Europa Press

El hombre, haciendo un gran esfuerzo, se ha abstenido durante años de ver partidos de fútbol en presencia de su hijo, limitándose a seguir algunas segundas partes, una vez que el niño se había acostado. 

Nunca se perdonaría que su ejemplo contribuyera a inocular la adicción futbolera en un espíritu tan tierno. Además, el hombre no quiere que su hijo lo conozca convertido en el abyecto señor Hyde que aparece cuando compite su equipo.

El caso es que el desinterés por el fútbol del chico, de diez años, había venido facilitando dicha estrategia farisaica, hasta que el pasado 23 de noviembre, sorprendido e incrédulo, el hombre escuchó las siguientes palabras: "A casa, papá, que a las cinco juega España". Desde ese día, ambos han visto juntos todos los partidos que han podido del reciente campeonato mundial, un acontecimiento extemporáneo, celebrado en un lugar donde la legalidad conculca gravemente los derechos humanos.

Dos son las teorías que he oído acerca de este fenómeno. Una de ellas sostiene que en el cerebro del niño ha brotado una nueva conexión, activada por un espectáculo muy mediático. Según otra, la teoría de la ‘erupción’ o, en su versión suave, del ‘florecimiento’, estaríamos ante un largo y lento proceso larvado, propiciado por múltiples factores biológicos, culturales y ambientales, que, de repente, eclosiona y se manifiesta.

Sea como fuere, tras vivir el lado luminoso de su adicción, el hombre ha pedido a Papá Noel y a los Reyes Magos que su hijo no se convierta en un forofo como su padre, y que, en adelante, jamás banalice los derechos humanos.

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