Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

El peaje de un gobierno acorralado

Pedro Sánchez en el Congreso.
Pedro Sánchez en el Congreso.
Europa Press

El asunto nunca mostró un perfil esperanzador. 

Estaba condenado de antemano. Sorprenden ahora algunas reacciones de quienes sostenían en enero de 2020 que en el Congreso de los Diputados se dirimía una alternativa: o gobierno progresista o gobierno de la derecha. Algunos ya avisaron en aquella sesión de investidura de que la elección era diferente: o democracia liberal o populismo. Y esa es la clave. Pedro Sánchez se sacudió las ataduras del PSOE más moderado para lograr los votos necesarios para entrar en la Moncloa. El abrazo a ERC y a Bildu fue el peaje de una deriva que ha marcado una legislatura polémica y amarga. Quienes entonces quisieron mirar para otro lado siguen sin conocer las verdaderas intenciones del independentismo catalán, que pasa por repetir lo que a partir de ahora será una sucesión de intentonas que no sabremos cómo las llamará el Código Penal, pero estaremos convencidos de que se tratará de una sedición o una rebelión. También se indignan aquellos que dieron carta blanca a aquella investidura y ahora comprueban, impotentes, cómo se han vaciado las cárceles de presos etarras que no condenan los atentados para ser trasladados a su Comunidad. ¿Qué pensaban que era Bildu? ¿Qué precio creían que pondría por la abstención? El problema reside en que la debilidad de un gobierno acorralado por las exigencias de los socios radicales y la falta de prudencia trasciende a sus propias acciones. La duda ya no se cierne sobre la calidad del gobierno de coalición sino sobre la afección a las instituciones del Estado. Y eso es más grave.

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