Mundial

Los españoles podrían engordar hasta 5 kilos durante el mundial de fútbol
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Hay personas que cuentan su vida por Mundiales. 

Yo tengo unos cuantos preferidos: me enamoré en el Mundial de Francia; nuestra hija mayor nació durante el de Alemania, y para el de Sudáfrica ya teníamos dos hijas más que en unos años serían futbolistas. Este año celebraré mi cumpleaños con el debut de España en Catar. Pero no espero mucho de este campeonato, no creo que sea de los que dejan huella y una recuerda años después entrelazando goles con momentos personales especiales.

De entrada, lo que produce este Mundial es vergüenza. Catar, un país que no respeta los derechos humanos, va a ser el centro de todos los focos en las próximas semanas. El Mundial es su gran (y carísima) oportunidad para lavar su cara y exponerse ante el mundo. Amnistía Internacional –una de las pocas voces críticas desde que este país fue elegido sede– lo llama "blanqueamiento deportivo". Ahora casi todos llegamos tarde con nuestras críticas. Jürgen Klopp, entrenador del Liverpool, decía hace unos días que "todos somos culpables" por participar en la fiesta o mirar para otro lado. También me produce vergüenza que la Supercopa de España se juegue en Arabia Saudí. El último Mundial fue en Rusia y no recuerdo muchas voces críticas. China ha organizado Juegos Olímpicos, y no se le pregunta por los derechos humanos. Y Argentina tuvo su Mundial en plena dictadura militar en 1978. Las relaciones internacionales se basan en los intereses y la hipocresía. Podría llamar al boicot, pero mentiría. Reconozco mis incoherencias y me preparo para ver unos cuantos partidos. Que ruede el balón.

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