El primer traspiés de la primera ministra

Liz Truss sale de Downing Street, este viernes.
Liz Truss sale de Downing Street, este viernes.
Reuters

No da la impresión, viendo sus primeros pasos, que la primera ministra Elizabeth Truss vaya a ser quien saque al Reino Unido, después de las frivolidades de su antecesor Boris Johnson, del marasmo del ‘brexit’ y lo encauce por sendas razonables. 

Cuando hace solo algunas semanas Truss era todavía una aspirante a la jefatura del Partido Conservador algunos la comparaban con Margaret Thatcher. Ha debido de creerse el papel y a las primeras de cambio ha presentado un conjunto de medidas económicas plenamente ‘thatcheristas’. Pero en vez de despertar admiración ha provocado el pánico. En primer lugar, en los mercados, que temen por el pago de la deuda pública. Y en segundo lugar, entre los diputados de su propio partido, que temen perder sus escaños. Truss ha tenido que rectificar de manera humillante. Es lo que tiene querer gobernar desde esquemas ideológicos, que uno pretende aplicar siempre las mismas recetas, sin atender a las circunstancias. Cuando son las circunstancias las que mandan. Los problemas del Reino Unido no son los mismos hoy que cuando Thatcher llegó al poder en 1979. No valen las mismas soluciones. Lo que entonces fue un estímulo ahora puede ser una catástrofe. En fin, que las políticas que son acertadas en unas circunstancias no tienen por qué serlo en otras. Hay que evaluar la situación en cada momento. Quizás a Truss le gustaría ser una nueva Dama de Hierro, pero no parece que tenga ni la claridad de ideas ni la energía ni la autoridad necesarias. De momento no llega a la hojalata. Y ya veremos si dura lo suficiente como para demostrar otra cosa.

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