Boris Johnson dimite
Boris Johnson ha decidido finalmente dimitir como primer ministro del Reino Unido, cargo que ejercía desde hace tres años.
No ha podido resistir la presión dentro de su propio partido, acosado por varios escándalos que él mismo ha protagonizado. Su breve mandato será recordado por haber completado el primer divorcio en la historia del proyecto comunitario. El líder conservador fue uno de los más vehementes impulsores del ‘brexit’ con un discurso que condensaba todos los tópicos antieuropeos y las medias verdades que el ala radical de los eurescépticos británicos habían ido tejiendo en los últimos años. Su dimisión, después de meses tratando de atrincherarse en el número 10 de Downing Street pese a su insostenible situación, es un fiel reflejo de la interminable crisis política que atraviesa el Reino Unido tras su salida de la UE.
Boris Johnson ha sabido cultivar una imagen de bonhomía, de identificación con el ciudadano de a pie y de verso libre de la clase dirigente. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para tapar todos sus escándalos y, sobre todo, su falta de proyecto político. Más allá de su insistencia en acabar de romper los lazos con la Unión Europea, si era necesario quebrando los pactos alcanzados con Bruselas, nunca se ha sabido cuáles eran su propósito y su visión.
El rubio gobernante logró el respaldo de los votantes, como otros líderes nacionalpopulistas, más por sus salidas de tono que por su capacidad de gestión. Sus mensajes se circunscribieron a reiterar vaguedades sobre las increíbles posibilidades del país tras su salida de la UE. Por eso, como Donald Trump, Matteo Salvini y otros prohombres del populismo occidental, es apartado del poder sin especial honor. También él ha fracasado por su ineficacia política y su enfermiza propensión a los escándalos. Pase lo que pase, ahora lo importante es que el Reino Unido tenga más suerte con su sucesor.
