Los desastres de la guerra
Regresa a mi mente estos días con relativa frecuencia la imagen de una fosa común en la ex Yugoslavia que representa mi primer recuerdo de una guerra.
Contemplar cadáveres de civiles tirados en las calles de Bucha hace que me estremezca igual que aquel día, en el que un genocidio televisado me enseñó lo poco que vale una vida.
Me sumo, por ello, a los que desean y esperan que la matanza de Bucha sea el punto de inflexión en esta invasión injusta. Porque hasta la guerra tiene sus reglas, aunque los rusos del sátrapa Putin se las salten a conciencia.
Tan asfixiados estamos por el coste de la vida que olvidamos que a 3.400 kilómetros matan a ucranianos por defender su libertad y nuestro estado de vida. Al estilo más torticero, Moscú tira de propaganda y acusa a las víctimas de escenificar matanzas, aunque los satélites lo desmientan. Se constata que los criminales no tienen corazón ni una pizca de conciencia.
De la conmoción por los desastres de la guerra salimos a golpe de sobresalto al escuchar a Vox y a ERC eclipsar el grito de auxilio del presidente Zelenski en el Congreso español con un insulso debate sobre si era conveniente rememorar el bombardeo de Guernica. Así está el país, y así está nuestra clase política; que va de disparate en disparate sembrando desafección y sorprendiéndose después de lo que revelan las encuestas.
Al menos nos quedan los militares de la Base Aérea de Zaragoza, los primeros siempre en llevar material solidario en un intento de mitigar los desastres de la guerra.