Una guerra muy larga

Manifestación de protesta en el Sáhara ocupado por Marruecos
Manifestación de protesta en el Sáhara ocupado por Marruecos
JUAN MEDINA/REUTERS

Todos los países comparten el fracaso de no detener la invasión

Los que toman partido por la fuerza ocupante, además, están violando la normativa básica que rige para la convivencia entre las naciones. Y las cesiones que se siguen ofreciendo al agresor, más aún cuando se trata de un régimen autocrático, lejos de apaciguarlo, están alimentando su ambición.

Este rehúsa hablar de guerra y se presiona a los medios de comunicación para que eviten la palabra. Difícilmente llega buena información de las dos partes en conflicto, pero sí se sabe que la fase actual es de desgaste, ante la imposibilidad de una conquista total del territorio deseado.

Los invasores cuentan con incomparablemente muchos más medios humanos y materiales. El empleo de satélites o drones de reconocimiento y combate convive con el de otros instrumentos bélicos más viejos pero igualmente temibles, como las minas, rechazados en tratados que han firmado la gran mayoría de los estados.

Abundan las denuncias de que los civiles están entre los objetivos de los ataques. Son muchos los refugiados y otros, bajo la ocupación, sufren la represión. Y, pese a todo, se mantiene la resistencia, con voluntarios que han dejado atrás su familia, sus trabajos o sus estudios.

El conflicto nos toca muy de cerca, en lo geográfico y en lo sentimental, con consecuencias evidentes en los movimientos de personas, comerciales o energéticos.

Son ya casi 50 años de guerra en la antigua provincia española del Sáhara. Abandonada a su suerte.

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