Aquí al lado

Ataque ruso a la torre de Televisión en Kiev, Ucrania.
Aquí al lado
CARLOS BARRIA/Reuters

La guerra ha vuelto a Europa. 

Nuestro mundo va camino de un oscuro futuro. La invasión de Ucrania por parte del ejército de Putin no presagia nada bueno para nadie. Es más, prende un fuego que no será fácil de apagar. Y aquí, en nuestro país, en Aragón y en esta España nuestra, aunque estemos ‘lejos’, recibiremos con seguridad sus efectos.

A día de hoy se nota en la escalada de precios y en rutinas que ya no son como venían siendo. Los intercambios comerciales, tanto de exportaciones como de importaciones, se han quebrado. Asuntos tan triviales como la final de la Champions League o el festival de Eurovisión no serán como iban a ser. Además se frena la ansiada recuperación del turismo y las ganas de viajar. El coste económico es tan incalculable como impredecible.

La invasión de Ucrania supone una nueva violación de los principios fundacionales de Naciones Unidas

Al mismo tiempo, con esta guerra también habrá quienes incrementarán sus negocios y cuenta de resultados, pues como diría Madre Coraje: "No a todo el mundo van mal las guerras". Es evidente que quienes fabrican balas, fusiles y otras armas estarán frotándose las manos vendiendo al mejor postor. Como igual de evidente es que la población ucraniana sufre el sinsentido de la destrucción y los muertos de uno y otro bando ya son irrecuperables. Ya lo sabemos. Y lo hemos visto antes en Afganistán, en Iraq, en los Balcanes, en Vietnam en tantos y tantos lugares donde se olvida sistemáticamente lo que se escribió en la Carta de las Naciones Unidas.

Hemos de recuperar lo que ahí se acordó. En ese documento fundacional firmado el 26 de junio de 1945 en San Francisco se dice: "Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad…". Y sigue trazando unas coordenadas dibujadas con claridad y criterio. Ahí se apuesta por la tolerancia, por mantener la paz y la seguridad internacional, por limitar el uso de la fuerza armada, por el progreso social y económico, por tantas y tantas palabras que nos han traído hasta los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Putin no es muy distinto de otros tiranos que le precedieron. Y seguimos sin instrumentos para defender el derecho internacional

Sin embargo, esas hermosas y viejas palabras han sido sistemáticamente traicionadas por unos y otros. La guerras se han sucedido durante el siglo XX y no terminan en este nuevo milenio. Se han extendido sin hacer ascos a intereses particulares olvidando que somos una única Humanidad, pasajeros del mismo planeta Tierra. Y en este navío espacial esa ‘vieja’ Carta sigue pendiente de cumplirse. La Paz Perpetua sigue siendo una aspiración. Y sigue siendo necesario inventar algo así como un ‘estado-planeta’ al servicio de la seguridad de las personas y no de los territorios, al servicio de la población y no de los tiranos. Al servicio de la vida digna de las personas por encima de cualquier otro interés. Nos falta construir un sistema jurídico completo donde la guerra sea un delito, poniendo en el centro el respeto radical de los derechos humanos. Ya sabemos dónde están las líneas a defender. ¿Entonces, qué?

Lo difícil es lo mismo de siempre. El problema es cómo pasar de las ideas e ideales a las obras y la praxis. El problema no está en la definición de los objetivos, ni en soñar cómo será el Paraíso. Lo difícil es ponerse manos a la obra. Lo complicado es revertir la impunidad, la sumisión y la falta de respeto a la vida. Putin y los suyos no son muy distintos de otros que juegan en esa misma liga. La guerra en Ucrania es un caballo desbocado que nos golpea después de la peste de la covid-19. Está aquí al lado, nos toca despertar, construir instrumentos para defender los derechos humanos, la democracia y el derecho internacional. Comenzando por no pactar y dejar de comerciar donde no se comparten esos principios básicos.

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