Razones e ideologías

Razones e ideologías.
Razones e ideologías.
F.P.

En junio de 1796 Antoine Destutt de Tracy (1754-1836) leyó su ‘Mémoire sur la faculté de penser’ en la sección de ciencias morales y políticas del ‘Institut national des sciences et des arts’, fundado poco antes, en 1795. 

Hoy todavía perdura como Instituto de Francia. Ahí propuso el concepto de ideología. Se inventó la noción para nombrar la nueva ciencia del hombre y de la sociedad: la "ciencia de las ideas" en tanto que análisis del entendimiento. O como él mismo detallaba "la ciencia que resulta del análisis de las sensaciones, que indica al mismo tiempo la meta y los medios".

Dividió su memoria en tres grandes partes donde revisaba cómo conocemos "los cuerpos externos", cómo pensamos y cuál era el estado de la razón humana contando con las dificultades para analizar el pensamiento. Fueron los primeros pasos. Unos años más tarde publicó tres tomos de ‘Elementos de la ideología’ que anticipaban, en cierta medida, el positivismo de Comte. De esta forma, abrió la puerta a un enfoque ‘revolucionario’ que quería alejarse de la antigua Metafísica y también de la Psicología –‘la science de l’âme’, ciencia del alma–.

Los humanos tendemos a reducir la complejidad de la vida cotidiana

La palabra se emancipó de su autor y se extendió tan rápido que incluso a Napoleón le molestaron los ‘ideólogos’. Su significado se transformó y amplió. De la mano de Marx y Engels, se convirtió en falsa conciencia de la realidad. Era un modo de denominar al sistema de ideas que legitimaban el orden social como mecanismo de dominación. Esa versión negativa se confrontó con la utopía, tal como explicó Karl Mannheim. Y después, Ellul, Ricouer, hasta actualmente Piketty –por nombrar unos pocos autores– han interpretado el concepto y lo que en él se amalgama.

Subyace la necesidad de cualquier grupo humano de dotarse de un marco de sentido y de unas ‘ideas’ con las que identificarse. Se agitan los discursos, las etiquetas y los enfrentamientos; pero no por explicar cómo es el mundo y cómo analizar el entendimiento, sino para consolidar una visión hegemónica. Por eso, la noción de ideología también sirve para acotar el conjunto de tesis que configuran una posición política. Y se ha de incluir tanto lo relativo al poder, como a las formas de organizar la sociedad e incluso las perspectivas científicas. Es más, la propia idea de ‘Razón’ –en tanto universal, abstracta y desencarnada de cualquier realidad limitante– encaja dentro de estas coordenadas. Pero la ‘razón desencarnada’ es un deseo o, si se prefiere, una ficción como también lo es la Ciencia en mayúsculas, ajena a las y los científicos que la producen. Por eso mismo estamos siempre tensionados por razones –argumentos– e ideologías –perspectivas–. Las ideas y con ellas las creencias no son solo sistemas de pensamiento sino, fundamentalmente, sistemas de fe. Y ahí radica un problema esencial.

Somos grandes simplificadores. Buscamos recursos que confirmen lo que creemos

Los humanos tendemos a reducir la complejidad de la vida cotidiana. Somos grandes simplificadores. Buscamos seguridades y recursos que confirmen lo que creemos. De hecho, nos gusta creer lo que queremos creer y nos molestan las diferencias que rompen con la rutina y la propia perspectiva. Los datos nos sirven si encajan con lo que queremos oír. Nos cuesta atender otras voces. Cuanto más compleja y complicada se hace la vida en sociedad, más fácil se multiplican los discursos de quienes apelan a la claridad, a la necesidad de eliminar la incertidumbre y erradicar la confusión que producen las diferencias. Instalarse en esas arenas movedizas y en el desengaño, aceptar la duda y la sospecha solo se puede mantener si se tienen convicciones fuertes que nos trasladan a un metalenguaje sobre lo real. Curiosamente, no es una contradicción decir aquello de "solo la Verdad os hará libres" añadiendo que sin conversación no hay entendimiento.

Tracy apelaba a los ciudadanos persuadido de que las ciencias especulativas son sobre todo recomendables por sus aplicaciones. Su utilidad, además de la prosperidad de la sociedad, debía ser el establecer "las ciencias morales sobre una base estable para una Europa culta" que atienda a "la formación de nuestras ideas". Ahí seguimos.

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